Nueva edición para ‘Todas las horas mueren’ y… #LeeOrgullo

Fue en julio de 2016 cuándo mi segunda novela vio la luz. Todas las horas mueren ha sido una historia especial, ya no solo por lo que ocurrió cuándo llegó a vosotras, sino por lo que viví durante los dos años que estuve escribiéndola.

Mi miedo al paso del tiempo, a la vejez y a la muerte me llevó a conocer a Olivia Ochoa y a ubicarla en un Café en Fontiña, un pueblo situado en algún punto en la carretera N550 de camino a Santiago de Compostela. ¿Cómo llegó allí? ¿Quién es? ¿También habéis oído por ahí que era una aclamada escritora?

Parece que Dorotea, una joven que huye de su propio infierno, ha llamado a la puerta de la anciana para encontrar esas respuestas. Respuestas que, yo misma, pretendí resolverme cuándo escribí esta historia. Fue en un momento de crisis de fe existencialista. Me salvó la vida.

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Portada 1º Edición de Todas las horas mueren

ANDRÉS ÁLVAREZ“ES ESA HUÍDA, EN LA MISMA DIRECCIÓN QUE EL CURSO DE ESE RÍO IMPARABLE”

HAY UNA LESBIANA EN MI SOPA “ESTE LIBRO ES UN VERDADERO MONUMENTO A LA SORORIDAD FEMENINA.”

LESBICANARIAS“TAMPOCO ES UNA NOVELA PESIMISTA, SINO ABIERTA A LA ESPERANZA Y A LA VIDA.”

LECTURAFILIA “LA AUTORA CONSIGUE ESBOZAR A LA PERFECCIÓN UN ESPACIO EN EL QUE SITÚA A UNOS PERSONAJES CON LOS CUALES REFLEXIONA SOBRE EL PASO DEL TIEMPO, SOBRE LAS CICATRICES DE LAS HERIDAS Y SOBRE CÓMO SIEMPRE SE PUEDE CURAR TODO. Y QUE NO HAY MAYOR PAZ QUE LA CONVERSACIÓN Y EL SOLTAR TODO FUERA.”

Sí, la novela poco a poco fue llegando al corazón de nuevas lectoras que no se atrevieron con Marafariña por su extensión o por su temática. De esta forma, mi ensayo de corte intimista ha pasado a ser, con el tiempo, mi obra más leída hasta la fecha.

Esta historia es una paradoja de la que me gustaría hablar pero, en realidad, me gustaría que las nuevas lectoras lo descubrieran por sí mismas (las que ya las conocéis, por favor, respetad mi secreto). Por eso he apostado por lanzar, un tiempo después, una reedición de mi novela corta: porque vosotras mismas la habéis mantenido viva durante todas estas horas

Este mes de junio, que se celebra cómo ya sabréis el #LeeOrgullo en diferentes espacio de la blogsfera, lo celebro con:

Todas las horas

Ahí la tenéis. El café y el tiempo en una imagen que refleja bastante bien el espíritu de la novela. Una vez más, se trata de un trabajo autoeditado por mí misma con todo lo que conlleva. Así que sabéis que en cada página, en cada letra, encontraréis un pedacito de mí misma.

Esta edición, además, nace por la necesidad de sacar una tirada generosa de ejemplares que irá a parar a… ¡Las biblioteca municipales! Gracias a la petición de diversas lectoras, podréis encontrar Todas las horas mueren en las bibliotecas de algunos puntos de Galicia.

De cualquier modo, si deseáis que en vuestro pueblo (a nivel nacional) dispongan de ejemplares de esta novela, tan solo tenéis que solicitarlo y decirles que se pongan en contacto conmigo. Así podréis acceder de manera libre y gratuita a su lectura, porque es un derecho universal para todas.

PODÉIS ADQUIRIRLA EN EBOOK Y EN PAPEL EN AMAZON LEKTU

Y si necesitáis cualquier aclaración por mi parte, no dudéis en escribirme.

¡Estoy deseando saber qué os parece la nueva portada!

La pequeña literatura

Mi vida está ligada a mi literatura. Mientras viva, de una manera o de otra, en esto seguiré. En sus mil y una facetas.

Siempre temo que llegue un día que no sepa qué escribir en este espacio o en las páginas en blanco de los títulos de los que quiero llenar mi biblioteca. A veces temo que llegue el desgaste, la desgana, el desencanto. Esa sombra que puede aparecer de un momento a otro. Pero al final, de una manera u otra, siempre sucede algo, siempre ocurre el impulso, el trampolín. Un pequeño gesto, un gran acontecimiento y un mínimo detalle que lo cambia todo. Mi vida está ligada a mi literatura. Mientras viva, de una manera o de otra, en esto seguiré. En sus mil y una facetas.

El otro día publiqué en mi muro de Facebook una reflexión que tuvo cierta repercusión. En ella me desahogué un poco con vosotros en un mal día en el que tenía la impresión de que este trabajo vacío no me llevaba a ninguna parte. Por un breve instante, estaba muy perdida y necesitaba contarlo. La cantidad de mensajes fue tan abrumadora que me di cuenta de que desanimarme y entristecerme por los fracasos era mentirme a mí misma y también a los que confiáis en mí, depositando vuestro cariño y vuestro tiempo en el rastro de letras que voy dejando por aquí y por allá.

Los pequeños detalles

Por diferentes circunstancias, desde pequeña, he conseguido encontrarme alegre con cosas muy pequeñas. Ahora, algo más crecida, me he dado cuenta de que el marco familiar en el que he crecido me ha permitido reparar en la textura y en los sonidos de los momentos de una manera peculiar. Esto es debido a que siempre he vivido con la enfermedad crónica rodeándome de un modo u otro, por lo que el paso de los años y el disfrutar del aquí y ahora han sido casi como una ley para mí. Siempre he sido muy consciente de la fugacidad de la vida, de que necesitaba aprovecharla bien si quería llevar a cabo una mínima parte de los sueños que siempre he perseguido con ahínco. Nunca me he permitido parar, pero eso no significa que no sepa descansar.

Me refiero a que yo no doy por sentado nada. Un día tranquilo, sin sobresaltos, sin malas noticias es un pequeño privilegio que exploto al máximo. La literatura se abre hueco entre las horas vacías como el líquido que se vierte sobre la espesura de un bosque. Yo vivo así, con esa impresión. No deprisa, no corriendo, no asfixiándome, sino sintiendo. Me ha llevado algún tiempo aprender a hacerlo así. Pero, si lo he conseguido, solo ha sido gracias a que la pluma nunca ha estado a gusto durmiendo en mi bolsillo.

Siempre he sido muy consciente de la fugacidad de la vida, de que necesitaba aprovecharla bien si quería llevar a cabo una mínima parte de los sueños que siempre he perseguido con ahínco. Nunca me he permitido parar, pero eso no significa que no sepa descansar.

Y los pequeños detalles están en todas partes, como la pequeña historia de la que os hablé hace algunas semanas. O en los libros que voy leyendo, que implosionan en mí y se expanden de una manera que me resulta difícil de explicar. O las personas que están a mi alrededor, de las que siento su cariño, su aprecio y su confianza. O de mí misma, protegida en mi pequeña guarida junto a mis dos felinos y a la mujer a la que más amo en el mundo. Con un café caliente sobre el escritorio y un puñado de horas deliciosas para mí. ¿Cómo no aprovecharlas? ¿Cómo no disfrutar, tan si quiera un poco, de todo aquello que he conseguido por mí misma? ¿Qué derecho tiene la Miriam más débil y de arrastrar tras de sí a la Miriam llena de energía que no quiere dejar de hacer y hacer y hacer?

Y esas historias

Me amarga pensar en una novela anclada en la oscuridad, privada de ojos lectores, una novela que no ha tenido su oportunidad. Que yace soterrada. Cuando escribo, temo que esa historia en la que estoy derrochando mis energías, pedacitos de mi alma y mi tiempo no llegue nunca a nada. Pero qué es nada. Temía eso con Marafariña y ha conseguido más de lo que jamás podía llegar a desear. Tenía menos miedo cuando publiqué Todas las horas mueren y resultó más sencillo. Ahora, inexplicablemente, siento más pánico cuando la secuela ya es más tangible, ya la tengo entre mis manos, ya me he podido despedir de ella.

¿Qué derecho tiene la Miriam más débil y de arrastrar tras de sí a la Miriam llena de energía que no quiere dejar de hacer y hacer y hacer?

Entonces, reflexionando sobre esto, he ido a pensar en Mangas Verdes. Mangas Verdes fue una saga juvenil que escribí durante cinco años de mi vida adolescente. La cantidad de horas en soledad que dediqué a esas aventuras son incontables, lo que significaba para mí tener ese micro universo en el que refugiarme me reportó mucha fortaleza y, sobre todo, motivos. Cuando la escribía, por supuesto, lo hacía para que otros, gente que la leyera, la disfrutaran y sintieran lo mismo que yo estaba sintiendo al hacer nacer esas historias. Si en esos momentos hubiera sabido que esas cinco novelas jamás verían la luz, que terminarían desestimadas y rechazadas (incluso por mí) me habría venido abajo, habría dejado de escribir, me habría sumido en un estado de desencanto absoluto. Pero eso yo no podía saberlo y, menos mal: inexplicablemente, de esa saga infantil surgieron muchas de las historias que estoy escribiendo ahora. Volvemos a esos detalles: en esto de la literatura nada, absolutamente nada, es vacío. Aunque pueda parecerlo.

Y no sé si en algún momento rescataré esas novelas. Lo que sí sé es que, de un modo u otro, siguen vivas y yo sigo queriéndolas. Y es en ese sentimiento donde todavía encuentro las ganas y el impulso de seguir escribiendo cada día, cada mes, cada semana, año tras año.

Volvemos a esos detalles: en esto de la literatura nada, absolutamente nada, es vacío. Aunque pueda parecerlo.

Literatura a pequeña escala

Aunque no estoy del todo de acuerdo con eso de pequeña, pero me quería referir a que la ambición es buena, pero la humildad también lo es. Sin atreverme a sumergirme en datos estadísticos, la literatura pequeña pertenece a esa mayoría de historias, textos, formas, novelas, cuentos, relatos… que no están en las estanterías de las librerías ni de los grandes almacenes. Son páginas sesgadas, algunas ocultas o leídas por unos pocos. No hablo aquí y ahora de la honorable literatura independiente, sino de todo lo que se muere durante el proceso creativo. Morir y proceso creativo, ¿por qué tendré esa facilidad para escribir dos contradicciones tan cerca? Pero ya entendéis lo que quiero decir.

Al escribir, como en la vida, tenemos que estar colmados de optimismo y de esperanza. Sino sería imposible. Y, aunque sabemos que muchas de esas letras a las que dedicamos empeño, fuerza e ilusión jamás llegarán a ser lo que queremos que sean, tenemos la obligación moral e implícita con nosotros mismos de seguir haciéndolas brotar. Primeramente, porque dejarlas dentro nos produciría demasiado dolor. Y, en segundo lugar, porque necesitamos vaciarlas para hacer hueco a unas nuevas. Esto funciona así, no para. El ciclo no se detiene jamás, no hay tiempo que perder… pero debemos perderlo al mismo tiempo.

Morir y proceso creativo, ¿por qué tendré esa facilidad para escribir dos contradicciones tan cerca?

Por eso tengo el ordenador lleno de novelas que no se han terminado con un inicio prometedor, de esquemas y borradores que ansío escribir y de personajes que nunca volverán a revivir en ningún caso. Y, aún así, ahí están. Solo míos. O de unos pocos. Y, si llegan a volar del abrazo de mi intimidad y dirigirse a la publicación, tan solo llegarán a unos pocos centenares. Unos pocos centenares que, para una escritora tan pequeña y llena de literatura como yo, es un infinito inabarcable. Me satisface, me hace feliz. Me regocija. Porque yo sé lo que siento con esto, y debería ser suficiente. Y también sé lo que he conseguido hacer sentir, y eso ya es más que suficiente todavía.

 

Foto de Joanna Kosinska en Unsplash

Preciosa reseña para ‘Todas las horas mueren’: Serena Vives

Es una hora difusa del sábado, te encuentras corrigiendo un manuscrito y planteándote a cada paso una y mil veces si tengo el suficiente talento para esto o si merece la pena seguir, si sigue habiendo alguien al otro lado. Qué os voy a contar de la desesperanza que produce a veces este oficio.

Entonces suena una notificación y es un mensaje de una lectora que ha leído Todas las horas mueren, que le ha gustado y que ha escrito una reseña preciosa. Y tú sonríes en la soledad de tu casa, con tu mesa llena de papeles de los que algún día saldrá otra novela. Es ahí cuando sabes que las ojeras y todo ese café merece la pena únicamente para recibir un mensaje así.

Muchísimas gracias a Serena Vives por haber mostrado interés en mi novela y dedicarme un rincón en su espacio web. Podéis leer la reseña si pincháis en este enlace, ¡espero que os entusiasme tanto como a mí!

Con una calidad y una profundidad narrativas que la alejan con distancia de la etiqueta de obra novel

Son los relatos que confluyen en una narración personal e íntima, entretejida con emotivas reflexiones llenas de madurez sobre la fragilidad y el paso del tiempo

 Y es que, aunque el tiempo y las horas mueran, lo que permanece vivo no es más que el recuerdo y la memoria.

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Podéis leer más reseñas aquí

O, si os ha llamado la atención, podéis adquirir la novela aquí.

¡Nuevo logo y nuevo diseño web!

Lo sé, lo sé. Este blog se actualiza los miércoles y también sé que desde que tengo la costumbre de contaros mis novedades también por aquí, además de en mis Redes Sociales (donde os invito a seguirme, en FacebookTwitter e Instagram) estoy abriendo mi casa más de la cuenta… ¡Pero os prometo que no es a propósito! (aunque sé que os gusta tanto como a mí vernos más a menudo).

El motivo de esta actualización es que, como podéis percibir, he modificado el diseño de mi página web para hacerla más visual y resumir un poco mi contenido añadiéndole una portadaPelearme con wordpress ha merecido la pena, ya que hace mucho tiempo que tenía ganas de darle un lavado de cara a mi casa, para que estuviera más vistosa para vosotros. Además, hay que empezar a prepararse para lo que se avecina, ¿no?

Pero no solo eso (por favor, no os vayáis todavía). Y es que de manera tan altruista y desinteresada como siempre, Gemma Martínez ha diseñado un logo. ¡Sí, tengo un logo por fin! (otro pasito más hacia mi marca personal).

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La imagen que ha diseñado para representar este espacio es, en realidad, un escaparate poético de las historias que han formado parte de mi literatura durante estos años: una hoja (Marafariña), un reloj (Todas las horas mueren) y una flor violeta… Espera, espera, ¿una flor violeta? ¿Y eso?

Tal vez se avecinan esos cambios de os que tanto os he hablado. Tal vez están cerca, muy cerca.

¿Qué os parece? ¿Os gusta este nuevo enfoque? ¿Hay ganas de saber qué se esconde tras esa flor violeta?

¡Ah! Y no quiero irme sin antes deciros que, además, mis queridos Gemma y David ha iniciado una locura fantástica. Se trata de un juego de cartas llamado Indie Wars que os explican estupendamente en este post en su sitio web. Y no puedo dejar de mostraros mi avatar (que es, por cierto, ideal para este Halloween):

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Miriam Potter y Letra convertida en lechuza

¡Gracias por leerme de nuevo! ¡Que tengáis un fantástico inicio de semana!

 

 

 

Reseña a ‘Todas las horas mueren’ y homenaje a ‘Marafariña’ en el #DíaDeLasEscritoras

Hoy es un día muy raro, porque Galicia huele a ceniza y a dolor. Hay ese ambiente en las miradas de los gallegos que estamos heridos, y que no necesitamos banderas ni políticos para decirnos cómo tenemos que amar y querer lo que es nuestro.

Mis pensamientos están con todas esas hojas marchitas, esos animales fallecidos, con esa Naturaleza que está siendo asesinada. Y también, con mis vecinos, amigos y familiares que han pasado esta noche sin dormir.

Pero empieza a llover. Y no sabéis el alivio que eso me produce.

En mis novelas he reflejado sin pudor mi amor por mi tierra, mi país, por su espíritu libre y distinto. Y lo seguiré haciendo, porque me parece el lugar ideal para dejar volar la poesía.

Y parece mentira que todavía sigan naciendo reseñas de estas obras, que hacen ya más de un año que ha visto la luz. Como es el caso de Todas las horas mueren, mi segunda publicación. Una novela corta a la que me siento muy unida y de la que releo un fragmento casi cada día.

Por eso quiero agradecer especialmente a Libros y Mazmorras el haber escrito una reseña tan honesta, tan trabajada y tan pormenorizada. Empieza así:

Todas las horas mueren es una obra curiosa, que combina virtudes con algunos problemas de maduración de escritura. Encontramos dos historias paralelas, la de la anciana escritora Olivia y la joven maltratada Dorotea. Sus vidas se unen al final de una y el inicio de la otra en el Café de un remoto pueblo de Galicia. Entonces se ayudan a sanarse la una a la otra (hasta cierto punto).

Conocía el espacio, por eso tenía tanto interés y afán en conocer qué opinaban de mi literatura. Lo cierto es que incluso creo que han acertado al señalar sus flaquezas, algo que no siempre es fácil para el crítico literario:

Diría que la autora se esfuerza mucho en ser poética, en tener una prosa refinada y bien cuidada. A menudo le funciona. Luego llegan las ocasiones en que insiste una y otra vez en una idea, como si tuviera miedo de que no hubiera quedado lo suficiente clara

Y lo que más me ha llegado, es que ha sabido ver la clara influencia que ha tenido en mi la novela de Fannie Flagg Tomates Verdes Fritos.

Lo más curioso es que emplea el recurso de Pulp Fiction o de Tomates verdes fritos —entre otros— para formar una estructura que deje con más ganas de leer. Es decir, presenta escenas cortas alternándolas en diferentes momentos cronológicos, y así dar la impresión de que se cuenta algo más «grande»

Os invito a leer la reseña completa aquí. Y, también, no perder de vista ese espacio porque hacen un trabajo digno de admirar.

Captura

¡Pero aquí no termina la cosa! Porque comienza así de fuerte este lunes. Mi amigo y compañero de A Librería, David Pierre, ha tenido el detallazo de incluir una Reseña-homenaje de Marafariña en su espacio con motivo del #LeoAutorasOct

No podía evitar incluir a Miriam Beizana, mi mentora, en este octubre lleno de autoras. Por ello, hoy rescato una entrada del pasado y la retomo y remodelo porque su primera obra debe estar en este blog.

Actualiza asiduamente su blog Proyecto Ficción que os recomiendo seguir y leer. A pocas personas he tenido el gusto de conocer a las que el espíritu literario las mueva con tanta autenticidad.

 

Olivia

Son ocho décadas peleando, eso se nota en la mirada.

Creo que desde siempre he pensado demasiado. A lo mejor es un problema inherente a la mayoría de los escritores, el dejar divagar la mente, el adentrarse en las partes más cavernosas de nuestro raciocinio. El querer radiografiar cada instante de la vida que se nos presenta, como un secreto, tan desconocida. Siempre he querido crecer, aprender madurar muy deprisa. Uno de los puntos claves para esto fue mi abuela.

Mi abuela, como ya he dicho en varias ocasiones, ha sido la figura fundamental que ha inspirado el personaje de Olivia de Todas las horas mueren. Y aunque su experiencia no se parezca en nada a la vivida por la anciana escritora de Fontiña, sí que es similar su espíritu, su coraje, su entereza y el reflejo del dolor de toda una vida que no ha dado tregua. Son ocho décadas peleando, eso se nota en la mirada.

De cría pasaba muchas horas con mi abuela. Le gustaba hablar y a mi me entusiasmaba su sabiduría. Además, siempre mostró gran interés por mi afán de escribir y recuerdo con ternura cómo le leía mis pequeños relatos en la cama, antes de dormir (sí, yo le leía a ella, cuando su visión empezaba a fallar). Ella siempre mostró esa docilidad complaciente, esa ternura en las mejillas y la templanza en su voz, como si ya nada de lo que pudiera suceder la perturbara. Poco a poco, fui viendo cómo envejecía más. Y, al mismo tiempo, cómo se hacía más fuerte.

Olivia nunca fue madre (al contrario que mi abuela, que tuvo cuatro hijos y un gran número de nietos), por lo que su vida transcurrió solitaria. Además, no tenía a sus padres ni familia directa. Creció sola y maduró sola, y en las sombras de ese silencio forjó un carácter desconfiado y huraño. Además, vivió en la represión del franquismo y sufrió la censura y la violencia. Fue en uno de los puntos más negros de la historia de España dónde se enamoró por primera y última vez. Mi abuela no habló demasiado del amor romántico, pero sí de la amistad y del cariño a los suyos. Conmigo fue amorosa siempre (todavía lo es) y respetuosa. Goza de esa elegancia y ese saber estar que viene intrínseco, que no se aprende. Olivia también es un poco así, tan constante, tan sobria, tan serena.

A estas alturas, mi abuela ya no puede leer mis novelas. Creo que mi madre le ha leído algunas de las partes más bonitas de Todas las horas mueren. A veces sonríe, aunque al rato no pueda recordarlo bien. De vez en cuando me pregunta si sigo escribiendo. Yo siempre le digo que lo hago gracias a ella. A veces, cuando está muy enferma en cama o durante sus estancias en el hospital, me pongo a leer un libro a su lado.

Creo que le da paz.

Puedes leer más acerca de Todas las horas mueren

Cinco citas para celebrar el #DíaDelLibro

El Día Internacional del Libro es una celebración a nivel mundial para fomentar el placer por la lectura y el reconocimiento de la literatura, en definitiva. El 23 de abril, como ya es harto conocido se celebra el día de Sant Jordi en Cataluña, fecha en la que es costumbre regalar una rosa y un libro. Y, aunque como se suele decir en estos casos, el #DíaDelLibro tendrían que ser todos los días, lo cierto es que me hace muy feliz que exista una fecha señalada para tal motivo.

Yo, como otros muchos, amo la escritura y, cuánto más, la lectura. Y es algo de lo que he querido dejar constancia en las historias que he escrito. Así, para dejar mi granito de arena en un día tan especial (mi fiesta, nuestra fiesta) os dejo cinco citas que podéis encontrar en Marafariña Todas las horas mueren que reflejan el amor por los libros.

Porque sí. Las horas morían. Las vidas morían. Pero los libros, los libros gozaban de la eternidad absoluta. Los libros volvían a nacer cada vez que alguien volvía a leerlos. Volvían a nacer cada vez que se recordaban. Que se sentían. Volvían a nacer infinidad de veces, en diferentes épocas, en diferentes sociedades, en diferentes partes del mundo. Algunas obras habían sobrevivido, incluso, al transcurso de los siglos, desafiando, así, a la mismísima fugacidad de la que apenas nada podía escapar.

—Me encantaría que las leyeses todas —le dijo, una vez hubo cerrado entre las manos ‘Cien años de soledad’ y contemplando la contraportada con ternura—. Todas y cada una de estas obras tienen un pedazo ínfimo de miles de personas. Uno de esos pedazos seré yo ,y cuando tú las leas, las vivas, también serás tú.

—¿Y a ti qué te gustaría estudiar? —le había preguntado Ruth a Olga, cuando ya casi estaban finalizando el segundo plato.
Olga se acomodó en la silla, mostrando seguridad.
—Literatura. Quiero escribir.
—Es la maldición de las mujeres de esta familia —terció Penélope, sonriendo—. Estefanía y yo nacimos con una pluma debajo del brazo. Olga de momento no se ha dignado a escribir, pero devora libros a un ritmo vertiginoso. Hemos nacido únicamente para tal fin… No me imagino hacer otra cosa que no sea dedicarme a esto.

Olivia golpeaba con insistencia las teclas duras de su máquina. Llevaba varias horas envuelta en la droga que suponía para ella escribir, alejada de todo excepto de sus personajes, de su historia que, si bien no era más que pequeños trocitos de ella misma, hacía que se olvidara por momentos de su realidad.

Después, mucho tiempo después, cuando se serenó y logró sobreponerse, volvió a escribir. Y escribió la novela más hermosa y real de toda su vida.
Una novela que nunca llegó a leer nadie, excepto ella misma. Guardada primorosamente bajo llave.

«No dejes de escribir»

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Hace algunas semanas, se publicó en el Blog La Bolleriza una reseña a mi primera novela Marafariña que terminaba con la frase que da título a este post: «No dejes de escribir, Miriam».

El significado de estas palabras no es gratuito. No sé si sois capaces de haceros una idea de lo importantes que resultan para una autora pequeña como yo, que todavía sigo luchando con los lastres de los inicios. Porque escribir, desde luego, nunca será solo escribir. Implica muchísimo más: todo lo bueno pero, también, todo el sacrificio vacío que hay detrás de cada una de las páginas.

La cantidad de lectores que me han escrito esas palabras que coronan este post ha sido considerable. Sin embargo, hasta ahora no me había dado cuenta de lo que ello implica, de sus razones, de su verdad. Porque es cierto que nunca me he planteado seriamente dejar de escribir (más allá de algún que otro arranque de desencanto, pero en ningún caso definitivo) ni he anunciado tal cosa en mis redes. El hecho de que vosotros, con vuestras reseñas y vuestros comentarios me instéis a no dejar de escribir me parece un regalo maravilloso.

Precisamente jamás sería capaz de dejarlo porque os lo debo a vosotros. Porque desde el principio habéis estado ahí, queriendo y confiando en lo que había venido hacer. Regalándome vuestros halagos y también vuestras honestas críticas que tanto agradezco siempre. Y para decirme cada vez más fuerte que siguiera, que continuara, que estaríais ahí para seguir leyéndome porque os gustaba lo que hacía, porque os hacía felices leer las historias que yo había ideado.

Que alguien me pida que no deje de escribir me parece el cumplido más grande que puede otorgársele a un escritor (cuánto más siendo novel). No es solo un abrazo de aliento desinteresado, es una petición educada, un imperativo halagador. Es una mano tendida en medio de un laberinto del que, a veces, es complicado salir. Es la fe en la literatura nueva, en la que todavía no es nada pero aspira a llegar a serlo.

Sencillamente, quería daros las gracias. Porque han sido unas semanas muy difíciles y os he sentido ahí. Porque he elegido el camino largo y os habéis decidido a acompañarme y a no dejarme sola en ningún momento. Todo lo que hago es para vosotros. Porque nunca dejaré de escribir: os lo prometo, me lo prometo.

 

Cifras y resultados de «Todas las horas mueren» en el Concurso Indie 2016

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Después de dos años trabajando en Todas las horas mueren y tras tres largos meses de promoción incansable y de vida activa en las Redes Sociales… El Concurso Indie 2016 toca a su fin, al menos para la gran parte de los autores participantes.

Creo que no soy la única que llega agotada a este final de septiembre, donde la lucha que se libró ha sido titánica y muy enriquecedora. No me puedo quejar. He disfrutado en realidad de estas semanas de trabajo intenso y, sobre todo, de conocer a gente nueva, a otros autores y a nuevos lectores. A pesar de no lograr ser finalista, no deja de ser una gran oportunidad para ganar visibilidad que, al fin y al cabo, es lo importante.

Como muchos sabéis, se trata de mi segunda obra autopublicada y, de primeras, sabía que sería más sencillo venderla de lo que fue Marafariña. En primer lugar, porque gran parte del camino ya lo tenía andado. Además, se trata de una novela con mayor facilidad comercial: más breve, más ligera de leer, aunque no por ello menos profunda.

Vamos a hablar de números, (¡Qué feos son, como si la literatura se pudiera medir!)

Ventas de Marafariña en sus tres primeros meses (formato digital)

Mayo Junio Julio
18 21 27

Ventas de Todas las horas mueren en sus tres primeros meses (formato digital)

Julio Agosto Septiembre
41 30 19

En Kindle Unlimted:

2726 4235 2854

Y ahí os muestro mis vergüenzas de autora independiente que sigue creyendo que estas cifras tan pequeñas son una infinidad. Porque nacer de la nada y conseguir que ese número de personas descargue tu libro por 2,99€ ya es mucho más de lo que podía soñar. De estas cifras, conseguí sumar 28 opiniones positivas en Amazon, en su mayoría de 5* y con figuras del panorama indie tan sobresalientes como María Fornet, Merche Sáenz, Jesús Carnerero, Joana Arteaga, Gemma Jordán María Laso.

No fue mal, considero. Aunque el esfuerzo fue mucho mayor para los resultados obtenidos. Pero esto funciona así, trabajar muchísimo para obtener un mínimo. Hay otros compañeros que se dejaron el alma y la piel, como es el caso de Lorena Franco que se encuentra entre las flamantes novelas finalistas.

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Aquí las tenemos. Su Viajera del tiempo con 24 opiniones y en los primeros puestos del TOP100 de Sci-Fi durante casi todo el período. A su lado Patas Arriba de Rosario Vila que gozó de cierta popularidad en el concurso y cuyo género es la comedia romántica. En el ecuador, Ningún Escocés Verdadero que desde el primer día batió todos los récords, con 45 opiniones y en el TOP100 de más vendidos de Amazon.

Las otras dos novelas, Hechizo de Luna Lenguaje de mi piel son las que más sorpresa han podido generar. No han tenido mucha visibilidad durante el torneo y sus opiniones son, más bien, escasas: 2 y 5 respectivamente.

Sigue siendo un misterio cuál ha sido la política que el gran gigante de la autopublicación ha tomado para determinar estos finalistas. Sea como fuere, la suerte esta echada. Dentro de un mes sabremos cuál de los cinco títulos se alza con la corona ganadora…¡Mucha suerte!

Y al resto nos toca seguir soñando, pero de otra manera. Y no desistir en este camino tan complicado. Porque las letras deben ser entusiastas y felices…¡A ello vamos!

Proceso creativo: ¿Cómo nació «Todas las horas mueren»?

Fontiña se entremezclaba con Marafariña, y Olga y Ruth con Olivia y Dorotea en un macabro juego de mis musas por volverme loca.

Aunque ahora ser celoso de la privacidad resulta todo un reto, dado que las Redes Sociales son un suculento medio de catarsis y de desahogo inmediato, lo cierto es que todos los escritores guardamos nuestras debilidades y flaquezas bajo llave. Esto no tiene nada que ven con la vanidad (tal vez sí, pero un poco), sino más bien con el temor.

Es harto conocido, y reconocido, que escribir un libro es toda una hazaña que, además, implica momentos duros con uno mismo. Al fin de cuentas, ese diálogo entre nosotros y nuestra historia se prolonga durante meses, durante años y con ella se crean vínculos muy reales de difícil definición. El autor debe amar y querer su proyecto, mimarlo con cuidado y dedicarle el tiempo necesario. Durante ese período creativo, dentro de ese círculo secreto, nada puede importunarnos ni detenernos.

Pero, ¿cómo nace la idea precisa de una obra? ¿De dónde me surgió el Café de Fontiña y sus personajes? ¿Por qué?

Al contrario de lo que pueda parecer, no fue algo premeditado. De hecho, estaba totalmente inmersa en la escritura de Marafariña Libro Primero cuando ese precioso aroma a café se acercó a mis fosas nasales sin piedad. Lo primero que me acarició fue el título, que vislumbré con una claridad abrumadora. Y, acto seguido, la figura de Olivia Ochoa me cautivó. Me encontraba en un aeropuerto y todo lo que tenía cerca para tomar notas era mi teléfono móvil. En ello anduve entretenida un buen rato.

A las pocas horas, el aletazo de inspiración ya había hecho crecer toda una planta en la maceta de mi imaginación. Me consideré afortunada y maldita al mismo tiempo: mi mente se sobrecargó las semanas posteriores. Por mucho que quisiera relegar la escritura de esa novela para más adelante, no podía ignorarla. Empecé a escribirla despacio, a sabiendas del formato que quería darle y la extensión que tendría. Era tan diferente a mi ópera prima que sentí hasta pavor. ¿Por qué? Tal vez es que la literatura es tan caprichosa que ni nosotros mismos podemos definirnos. Fontiña se entremezclaba con Marafariña, y Olga y Ruth con Olivia y Dorotea en un macabro juego de mis musas por volverme loca. Ambas novelas compartieron el alma, pero Todas las horas mueren desechó los aspectos puramente autobiográficos para criarse en la más absoluta ficción.

Dorotea y sus motivos aparecieron después. Y también Laura. Tampoco formó parte de una ardua tarea de meditación, solo llamaron a la puerta cuando lo consideraron oportuno. Ellas se hicieron encajar y yo nada podía hacer por detener esas vidas que ya habían comenzado.

Un escritor está a merced de lo que los hilos de la historia determinen, es un mero títere, una marioneta sin voluntad. Los personajes y sus lugares crecen y se imponen, sabiéndose libres y poderosos. ¿Cómo importunar o obstaculizar su voluntad? ¡Sería tan insensato coaccionar su libre albedrío!