intimismo
1. m. Tendencia literaria centrada fundamentalmente en la expresión de los sentimientos y de las emociones más íntimos.
La literatura «comercial» del siglo XXI
Cuando estudié literatura en el instituto (de esa forma tan superficial y tan mediocre que solo consiguió que la mayoría de mis compañeros no volverían a querer leer un libro en sus vidas) al llegar a la escritura del XX y XXI las definiciones empezaban a complicarse. Los movimientos literarios habían desaparecido como tal, se publicaban historias con géneros tan variopintos como difíciles de clasificar. Recuerdo que la profesora hablaba de novela policíaca y novela fantástica, con una breve definición, metiéndolas en el mismo saco, sin tener demasiado cuidado en quemarse. Esa Miriam joven tenía dudas de lo que eso significaba, ¿ese batido indicaba el fin de la buena literatura y de su historia? ¿Nos habíamos perdido completamente? ¿Ya no había un espíritu real? Esa maestra había dicho, con cierto desdén, que hoy en día la única literatura que triunfaba era la comercial y que si queríamos leer de verdad debíamos limitarnos a los clásicos.
Me pareció una afirmación bastante arriesgada, torpe y desconsiderada. Por aquel momento, aunque no había publicado nada, escribía como nunca por las noches. Y me negaba a pensar que lo hacía con un afán comercial sin más. Tal vez, si no hubiera sido tan tímida, habría tenido el valor de replicarle algo. No sé, quizás decirle que eso no era del todo cierto. Que los escritores de hoy en día eran más reales que las clases sociales altas que en los Siglos de Oro eran los privilegiados que publicaban libros, obras de teatro poesía. Que las mujeres recién habían aparecido en las portadas de esos títulos y que su historia no había hecho más que comenzar. Que, ahora, hoy por hoy, incluso los que no teníamos un gran poder económico teníamos la posibilidad de contar lo que quisiéramos contar.
Eso, claro está, lo escribo con esta fuerza que me concede la edad adulta (bueno, más o menos). En esos años adolescentes mi visión era más idealista: poco me faltaba para ser J.K Rowling, conseguir un contrato millonario y pasarme el resto de mis años escribiendo si ningún tipo de preocupación. No me importó desilusionarme después, eso me permitió seguir dedicándome con locura a esto.
Mis primeras novelas «realistas»
Como ya dije en más de una ocasión, yo comencé escribiendo novela fantástica juvenil pura y dura. Tenía muy claro que quería especializarme en ese género y explotar toda esa imaginación que era tan fuerte, tan brillante y nunca se agotaba. No sé en qué momento dejé de sentir interés por seguir contando este tipo de historias y empecé a escribir lo que en aquel momento quise llamar novela realista.
realismo1.
De real1 e -ismo.
1. m. Forma de ver las cosas sin idealizarlas.
2. m. Modo de expresión artística o literaria que pretende representar fielmente la realidad.
Pero las historias que yo escribí no eran realistas exactamente. El primer libro «adulto» que escribí tenía 400 páginas y se titulaba Una luz en la oscuridad, algo que recordaba a una de esas canciones de Alex Ubago que tanto sonaban por aquel entonces. Por si tenéis curiosidad, la trama trababa de una mujer que había rescatado a un niño en un terremoto en Ecuador y lo había llevado a España de manera ilegal para criarlo junto a su otra hija, después de quedarse viuda. Al poco, la mujer es enviada a prisión y los dos niños deben criarse solos. El núcleo de la historia comenzaba cuando la madre volvía a salir de la cárcel y se encontraba un mundo nuevo y a dos hijos desconocidos para ella.
Realista no es, pero tampoco se trata de una novela fantástica. Creo que podía catalogarse como narrativa de ficción a grandes rasgos. Tampoco llegaba a ser intimista. Pero en el fondo comenzaban a verse esas pinceladas: los sentimientos de la madre (Penélope, como la tía de Olga en Marafariña) y de su hija (Elisa) eran claves para llenar las páginas y páginas de esa historia.
Después escribí una bilogía de novela negra, ambientada en una comisaría de policía de A Coruña. La protagonista se llamaba Olivia (como la anciana que regentaría el Café en Fontiña tanto tiempo después) y era, como no, una heterosexual al uso que se enamoraba de otro policía con el que trabajaba. Pero le había dado una importante vuelta de tuerca y esta joven convivía con Olga, su mejor amiga, la cuál se habría enamorado de ella e introduje así mi primer bollodrama antes de si quiera haber salido del armario. Qué cosas. Otra vez, de nuevo, afloraban los sentimientos.
El género intimista
La novela intimista se fue convirtiendo, poco a poco, en mi tipo de literatura favorita. Casi todo lo que buscaba leer respondía a esa necesidad y fue así como me especialicé en leer a autoras sin darme cuenta de ello. Y es que han sido ellas, estas grandes mujeres, las que han focalizado su escritura a desengranar este género tan humano, tan poco comercial, y tan necesario. La literatura que habla de cómo nos sentimos, de por qué, que tiene un fuerte componente filosófico y que, sin embargo, carece de especialización.
Marafariña y Todas las horas mueren son dos novelas claramente intimistas, aunque abarquen muchos más géneros (porque la especialización única, creo, ya no existe). Cuando yo trabajaba en ellas todavía no sabía cómo catalogarlas, eso ocurrió después. Hoy sigue siendo difícil ya que, tristemente, no es un tipo de novela que esté en auge y que despierte interés. En ese sentido me encuentro un poco perdida: no existen revistas online para autoras de este género, tampoco blogs especializados (aunque en A Librería tiene su clara representación semana a semana) ni cuentas de Twitter que compartan este tipo de obras exclusivamente. Se ha quedado ahí, como una minoría dentro de la minoría que es la literatura en sí.
Supongo que esto no es del todo negativo, que las épocas de cada cual fluyen y es un ciclo natural. Sin embargo yo estoy resuelta, desde mi humilde oportunidad, de seguir reivindicando un género tan necesario, tan vital, tan literatura pura y dura. Aquel que no entiende mucho de normas narrativas al uso, que experimenta, que se explaya sin miramientos y que ahonda en el amor, en la amargura, en la amistad, en la familia, en la búsqueda de la felicidad. Que pretende abrirse paso entre el corazón del lector que se decide a abrir sus páginas. Que quiere, sin lugar a dudas, dejar una huella que nunca se podrá borrar.
Foto de Morgan Basham en Unsplash