Yo no escribo novela lésbica

Ellas no son escritoras de literatura lésbica. Y yo tampoco.

Vivimos en el momento dorado de la diversidad y la variedad en la literatura. El auge de las plataformas digitales, la demanda de un público variopinto y el coraje de muchos autores y autoras que se han lanzado (¡por fin!) a escribir lo que realmente querían escribir ha fomentado que apenas quede ningún tipo de género literario por diversificarfantasía con personajes LGBT, ciencia ficción al más puro estilo feminista, mujeres escritoras que se atreven con todo y más y son aplaudidas por ello. Sí, los tiempos cambian (en algunos aspectos para mejor) y es algo que tenemos que celebrar pero, además, seguir luchando para seguir progresando.

Es algo de lo que se ha hablado muchísimo, pero cabe repetirlo de nuevo. Cuando yo era más joven nunca leí una novela por azar que incluyera algún personaje con el que me pudiera sentir libremente identificada. En las novelas de Danielle Steel o Nora Roberts el prototipo de romance heterosexual funcionaba muy bien y no era necesario cambiarlo, Ken Follet tampoco abogó nunca por una visibilidad específica y, mal que me pese, en el mundo mágico de J.K. Rowling tampoco pude disfrutar de ninguna bruja lesbiana. Poco a poco, sí que fui encontrando algún que otro referente, pero relegado a un segundo plano, casi invisible y que no moleste demasiado. Me viene a la mente la novela de El hombre equivocado de John Katzenbach, en la que me encontré una de las primeras parejas de mujeres (muy tiernas, y muy todo eso) dentro de la normalidad (pero no, no eran protagonistas, más faltaría).

Ya he citado muchas veces mi referente, pero nunca está de más. Tomates verdes fritos es otro de estos grandes descubrimientos: novela intimista, con una pareja de mujeres muy sutil, feminismo, racismo e historia en general. Una joya que no se repetirá nunca más. Pero luego ya se abrió ante mí el paraíso: el auge de la literatura indie dio a conocer a un grupo muy subrayable de autoras que apostaron por un tipo de novela cuyo premisa principal aseguraba que en ella nos encontraríamos una novela lésbica. ¡Una novela lésbica! Y no una en realidad: hasta dos, y tres, y cien. Y hay de todo: novela romántica, policíaca, ciencia ficción, fantasía, intimismo. Espera… espera… ¿Esto es real? ¡Qué alguien me pellizque!

Pero hay algo amargo en esto. ¿Lo veis?

Sí. Sé que lo veis.

Y a cuento de esto viene el título de este post. Porque aunque sea verdad que Gemma Jordán Vives, Emma Mars, Clara A. García, A.M. Irún, Adriana Marquina, Fani Álvarez, Marta Catalá y un largo etcétera se han dado a conocer bajo este sello de literatura lésbica os voy a contar un secreto: ellas no son escritoras de literatura lésbica. Y yo tampoco.

Cuando yo me sentaba a escribir mis primeras historias (hace ya mucho tiempo) recuerdo los fuertes reparos que sentía en mi vergüenza interna por querer que mi protagonista mujer se enamorara de otra mujer

No es que tenga en nada en contra de los conceptos y las guías para saber qué nos vamos a encontrar. Pero las etiquetas me resultan molestas. Cuando yo me sentaba a escribir mis primeras historias (hace ya mucho tiempo) recuerdo los fuertes reparos que sentía en mi vergüenza interna por querer que mi protagonista mujer se enamorara de otra mujer; pero al final me decía que eso era demasiado atrevido, que dentro de un tiempo lo leerían mis amigos o mis padres y que me pondría en entredicho. No os podéis imaginar la cantidad de veces que lidié esa batalla conmigo misma. Pero, ¿quería escribir yo una novela lésbica? ¡No! Solo deseaba que dentro de mi novela (en este caso era de fantasía) dos mujeres pudieran amarse de manera tan común como dos personajes de distintos sexos.

Luego este tema fue evolucionando. Con los mismos nombres que había utilizado para escribir mi historia fantástica ideé un mundo más real, enfocando una trama de misterio dramático en una aldea gallega. Fui un poquito más intrépida e hice que la mejor amiga de la protagonista se enamorara de ella, aunque esta nunca pudiera corresponderle de ningún modo. ¡Ay! No sabéis lo orgullosa que estaba de mi chica homosexual (aunque para mí era mucho más que ese término) que, ya entonces, se llamaba Olga. ¿Estaba escribiendo una novela lésbica? Creo que no.

Porque yo leo más cantidad de novela heterosexual que de novela lésbica, pero parece que el mundo heterosexual no puede asumir leer novela lésbica.

Y os contaré un secreto: creo que ninguna autora o autor escribe novela LGBT propiamente dicha. Escriben novela romántica, novela fantástica, novela intimista, novela de ciencia ficción en cuya trama se refleja algún personaje homosexual. No sé en qué clase de mundo seguimos viviendo que hace que este tipo de libros deban tener  un distintivo, como si solo pudieran enfocarse a un público general. Qué rabia. Como si fuera un problema, una barrera, un distintivo. Qué chirriante. Porque yo leo más cantidad de novela heterosexual que de novela lésbica, pero parece que el mundo heterosexual no puede asumir leer novela lésbica.

Publiqué mis dos novelas sin etiquetarlas en realidad, no quería hacerlo. Y esta vez no era porque me sintiera avergonzada o tuviera temor, sino porque no le encontraba el sentido y hoy en día no me arrepiento. Aunque he de reconocer que una buena parte de los lectores vienen de la mano de personas LGBT interesadas en encontrarse en los libros (como yo misma hago) no creo que sea un género exclusivo para ellas. ¿Qué sentido tiene, pues, la libertad y la visibilidad si no podemos llegar a todo el público lector? ¿Existe algún derecho que nos vete el acceso? ¿Es acaso la etiqueta de la bandera de arco iris una aduana a pagar?

 

Fotografía portada: Photo by Denise Chan on Unsplash

35 Comentarios

  1. David Pierre dice:

    Hemos hablado de esto a veces, Miriam, y sabes que opino lo mismo que tú. Me joroba la categorización que reciben algunas novelas, pero eso les ayuda a la visibilidad. La orientación sexual de un protagonista no debería definir el público de una obra y, por supuesto, la orientación sexual del lector tampoco debería limitarle para escoger sus lecturas. ¿Acaso puede un buen lector permitirse ignorar buenas historias?

    1. Exactamente. Y lo peor es que creo que en este camino todavía queda demasiado por cambiar y que pasarán años hasta que esto deje de ocurrir… ¡Pero hay que continuar! ¡¡Un abrazo y gracias por visitarme en casa! 🙂

  2. Nicholas Avedon dice:

    Es como decir que porque mis protagonistas sean adictos, escribo literatura para adictos (Que busquen ver reflejado su mundo). Yo tengo personajes bisexuales en mis novelas, y ni se me pasa por la cabeza subirme a ese caballo, porque como bien dices, yo escribo ficción, mas concretamente ciencia ficción. El resto es cosa de los personajes, yo no tengo nada que ver. Bastante etiqueta es ya «Ciencia ficcion» como para añadirles más etiquetas. ¿Como catalogaríamos entonces la sexualidad androide o las preferencias sexuales de una inteligencia artificial? o peor aun… ¿su género, cuando puede adoptar el aspecto que desee?

    1. Muchas gracias por pasarte por aquí y comentar, Nicholas. Veo que estamos totalmente de acuerdo… ¡Y eso me alegra! ¡Un abrazo, escritor!

  3. Maite Mosconi dice:

    Muy buen artículo, Miriam. Fuera etiquetas!

  4. Fernando Losada dice:

    Supongo que algunas etiquetas se pueden usar (en su justa medida), como por ejemplo, decir que tus novelas son del género dramático (no son ensayos, obras de teatro o guías de viaje :P), pero más allá de decidir en qué estantería de una librería hay que colocarlas, las etiquetas pierden todo el sentido.

    Respecto a la diversidad sexual y afectiva, creo que hay muchos modos de enfocarla. Los desfiles del orgullo sirven para decir «estamos aquí», pero también el hecho de se normalice la presencia de personas LGTBI en series de TV (hace unos años Diana en 7 Vidas, o Mauri y Fernando en Aquí no hay quien viva) y en novelas.

    Si un lector que nunca ha tenido contacto con alguien bisexual, y en su novela aparece un bisexual que del que, al margen de su orientación sexual, se muestra su vida y sentimientos de un modo en el que el lector pueda empatizar, el escritor conseguirá mucho más que mostrando a ese personaje como una rareza.

    Eso no quita que sea necesaria la visibilización lésbica. Todo el mundo (se califique o no como LGTBI), puede aportar su granito de arena para mejorar la sociedad enseñando a su prójimo que, en el fondo, todos somos seres humanos. Y creo que tus novelas van por ese camino 😉

    1. Está muy bien expresado, Fer… y ya sabes, no podía estar más de acuerdo. Me alegra ver que, la mayor parte de los que habéis comentado por aquí, estáis de acuerdo conmigo en este tema. ¡Gracias por dejarme tu comentario!

  5. Esther Morera dice:

    Me quedo con lo que dice David: la orientación sexual de los protagonistas y los lectores no tiene por qué limitar nada. Y, en tu caso, siento que tanto Marafariña como Fontiña tienen las puertas abiertas para todo el que se quiera asomar 🙂

    Un abrazo, Miriam. Otra entrada brillante y necesaria.

    1. Muchísimas gracias Esther, por este comentario. Me alegra que coincidamos. Un fuerte abrazo.

  6. Ale dice:

    Creo entender el punto, y es que escribir una historia sobre dos chicas que tienen una relación, no debiese ser una limitante para que llegue al público heterosexual y este sepa apreciarla. Me encamino? Sin embargo, debo discrepar en muchos puntos. Primero, A.M. Irún se describe en Twitter como autora de «novela lésbica con final feliz», si ella lo hace así, creo que es totalmente válido y no corresponde a otro autor/a rebatir la etiqueta que otra implementa en sí como autora o respecto de su propia obra. Por otro lado, Marafariña en mi parecer es una historia fuera de todo precedente sobre amor, discriminación, prejuicios, miedos, etc cuyo eje central es que las protagonistas son lesbianas, de no serlo la novela no tendría sentido alguno porque de tener protagonistas heterosexuales todas las problemáticas que Olga y Ruth tuvieron que atravesar, no serían aplicables entre un hombre y una mujer, puesto que claramente ellos no reciben cuestionamientos por amarse, tienen esa libertad. Considero que desde éste punto de vista si encaja en la etiqueta de literatura lésbica.
    Los lectores en general buscamos sentirnos identificados con lo que leemos, con la historia, con los personajes, pero somos nosotros -los lectores- los que tenemos que vencer los prejuicios ya que debido a ellos nos estamos perdiendo de un mundo de historias increíbles. De verdad desearía que todos vieran el potencial que yo vi cuando leí la reseña de Marafariña y se animaran a leerla porque encontré mucho más de lo que creí que encontraría.
    Saludos Miriam, ojalá pronto tener noticias de la próxima novela, que ya me están saliendo raíces jaja.

    1. Muchas gracias por tu comentario, Ale. No te falta razón en lo que señalas y, por supuesto, no seré yo quien vaya a rebatir la definición de nadie. No se trata de eso, sino más bien de «ver más allá» 🙂 Creo que las novelas de A.M. Irún son fácilmente disfrutables por cualquier chica o chico heterosexual, aunque ella escriba «novela lésbica».

      Y sí, es verdad, la historia de «Marafariña» no tendría razón de ser de no tener dos protagonistas lesbianas pero quiero creer que eso no la etiqueta, ni la excluye ni la define… ¿no? 🙂

      Gracias de nuevo… la próxima novela está ahí… ahí… ahí… ¡Me muero de ganas de contaros más!

  7. Pongo mis dos mocasines en este territorio tan complejo para dejar claro que la literatura jamás debe escribirse con los órganos reproductores. Un escritor, o un proyecto de escritor, debe sacar su historia del alma y del corazón… ambos asexuales.

    Si uno escribe dando pinceladas comerciales acabará por prostituirse a un mercado que reconocerá con ventas su esfuerzo, pero que premiará, a la vez, a ese escritor con una soledad infinita.

    Espero que nadie deje de disfrutar de su sexualidad literaria. Lo que no espero es que sirva para perpetrar un atentado contra lo que estimo un don llamado escritura.

    Gracias.

    1. Muchas gracias por traer tus mocasines a mi casa, es un placer tenerte por aquí.
      Y gracias por tu precioso comentario. Me ha encantado.
      Un abrazo.

      1. Ya sabes Miriam que entre nuestras almas literarias siempre habrá una conexión muy muy especial.

        Fíjate lo mucho que has marcado mi trayectoria como autor que en la versión en papel de la novela, en la ultimísima página (la que yo considero la más importante) tienes un hueco muy muy especial.

        Adjunto captura http://lamoradadedios.com/imagenes/LA-MORADA-DE-DIOS-2018-270.jpg

        Y recuerda: lo que el papel ha unido, que no lo separe la literatura.

      2. Me alegra que te haya gustado tanto la reseña como para añadirla a tu novela, de verdad.
        Un abrazo enorme.

  8. Gracias por la mención, Miriam. Alguna vez he comentado que para mí, la ‘ventaja’ de tener la etiqueta de LGBT+ es que alguien que quiera leer novelas con personajes no cishetero pueda encontrarlas fácilmente. La pena es que, como dices, esa etiqueta acaba llamando la atención, en su mayoría, de este público objetivo. Por eso debemos seguir escribiendo nuestras historias con nuestros personajes LGBT, para que, dentro de no mucho tiempo, cojamos un libro de la estantería y tengamos la misma probabilidad de vernos reflejadas que cualquier persona no hetero.
    Un abrazo 🙂

    1. De nada, Fani. Todo un placer. Muchas gracias por pasarte por aquí otra vez… ¡Seguimos! Un abrazo.

  9. Miriam dice:

    Estoy de acuerdo con tu punto de vista. Cuando un escritor publica su obra lo hace para todo aquel interesado, no para blancos o negros o católicos o judios o LGBT or heterosexual.
    Sin embargo para el lector los géneros son importante ya que te ayudará seleccionar lo que deseas leer. Las novelas lesbicas son mi preferida. Años atrás era difícil encontrarse con este género “ Carol” fue mi primer encanto.

    Cómo siempre enamora de tus escrituras.

    1. Muchas gracias, Miriam. Un abrazo enorme.

  10. Me ha encantado tu artículo Miriam. Yo en Las sufragistas utilicé la bisexualidad como modo de liberación femenina total, como reivindicación a ser una misma. No soy lesbiana pero creo necesario normalizar todo ese mundo literario, todos los aspectos que pueden llevar a una mujer a sentirse libre y a ser como de verdad es y siente. Como mujer estoy comprometida en la lucha de cualquier mujer, y vencer esos tabúes literarios que has mencionado debe ser una pelea común. Un besote cariñet

    1. Hola mi querida Nina. Tengo que decir que, en efecto, el ejemplo de tu novela sería uno de los adecuados; y más hablando de la bisexualidad que es, a veces, más complicada de reflejar. Muchas gracias, querida mía.

      1. Gracias cariñet, ya sabes que para mí era primordial tu opinión sobre el libro precisamente por eso, porque desde la heterosexualidad puedo tratar de hacer las cosas para apoyar las causas que creo justas… y equivocarme. Cuánto me hubiera dolido que no se entendiera como una reivindicación, como una historia que puede ser real, como una trinchera más de las muchas trincheras en las que estamos siempre las mujeres. Un besazo.

  11. Ana dice:

    Sin duda alguna… fuera etiquetas!!! No creo que un/ una escritor/a tenga que escribir pensando en si su obra es homosexual o heterosexual. Es más, cuando una persona escribe deja volar su creatividad, expresa un sinfin de emociones, de sentimientos, deja salir todo lo que necesita contar… pero en ningún momento piensa en si su novela entrará dentro del género llamado novela lésbica o no. Sinceramente ese punto me parece una estupidez. Un autor o autora escribe, cuenta, narra, expresa… Punto, no hay más.
    Por otro lado, ¿que problema tiene la sociedad en leer que dos mujeres o dos hombres se enamoran? Nunca entendere ese dilema. Son dos personajes sintiendo, emocionándose, viviendo algo bello pero ¿eso significa que es menos válido o que la obra solo puede ser leída por un grupo reducido de gente?
    La literatura es global y da cabida para un millones de personajes, de historias, de experiencias, de emociones y de sentimientos. ¿Porque poner etiquetas? La literatura es libre. No le pongamos cadenas.
    Muy buen escrito Miriam. Realmente me ha resultado interesante.
    Un abrazo.

    1. «La literatura es libre. No le pongamos cadenas.»

      Exactamente, mi querida Ana. Un abrazo enorme.

  12. Alberto Mrteh dice:

    Perdona si sueno un poco paternal, pero creo que el siguiente paso es que no le des tantas vueltas.
    ¡Vuela!
    Alberto Mrteh (El zoco del escriba)

  13. David Orell dice:

    Me has devuelto a la mente todas aquellas tardes en las que esribía en la soledad de mi habitación con unas malditas voces a la espalda que lo que estaba escribiendo me avergonzaría más tarde. Al final, no llegué a escribir sobre dos chicos, sino sobre lo que «estaba bien visto».
    Yo tampoco estoy de acuerdo con que el caracter de un personaje o su orientación sexual marque el público preferente del libro. Entonces, si yo he leído mucho a Kerouac significa que yo soy una persona similar?¿? Desde luego que no. Es como que me gustan algunos villanos y luego soy incapaz de tirar un pececito a la basura, sino que lo entierro junto a los geranios.

    ¡Buen post, Míriam!

    1. Muchísimas gracias por pasarte por aquí, David. Me alegra que este post te haya llegado también en lo personal. ¡Un abrazo!

  14. Se me acaba la batería del PC en 1 minuto, pero quería comentar que Tomates Verdes Fritos es una obra maestra en este sentido, y que me siento identificado también con esa falta de referencias en las novelas que leíamos de pequeños (tenemos la misma edad +/-).
    Ken Follet no lo trata de manera específica, pero bueno, tiene dos personajes gays en su última trilogía… (pero no me gusta el escueto tratamiento que les da).
    Mi novela (de la que hablé en un comentario anterior), también es LGTB, pero no quiero etiquetarla como tal. Es simplemente, una historia. Sin más…
    Muchas gracias.
    Jorge Muriel Abad.
    Valenci…a…sin…batería!

    1. Me alegra que Tomates verdes Fritos también sea una novela de referencia para ti.

      Me paso por tu espacio 🙂

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