Cualquier aliciente literario, ahora que el mundo se ha detenido, ya es un gran logro. Sobre todo porque, como habréis notado vosotras también, estamos rodeadas del desencanto que la situación actual nos provoca. Esta soledad que tenemos que soportar, mientras cada vez somos más conscientes de que nuestros proyectos de vida se han congelado sin que sepamos cuándo ni cómo va a volver a moverse en engranaje. Desde luego, estamos siendo protagonistas de todo un alarde de resiliencia confrontándonos al miedo.
Y, mal que nos pese, la lectura se ha convertido en algo difícil. Por lo que yo vivo y por las conversaciones que tengo alrededor con mis compañeras literarias. Y ellas son, en definitiva, las que calman y sosiegan esta situación. Ellas, como yo, son las que echan de menos las presentaciones, los eventos, las librerías. También los cafés y las charlas que no se terminaban nunca, llenas de ensoñaciones, de planes de futuro y de nuestra profesión tan amada y tan difícil al mismo tiempo.
Le comenté a Miriam Couceiro, la primera vez que tomamos una cerveza fría en una terraza de A Coruña, al filo de la lluvia insistente de la ciudad, que hoy en día era peor ser escritora que ser lesbiana. Esta frase pertenece a mi última novela, La herida de la literatura. Y es la que Miriam ha elegido para hablar de mí en el último capítulo de su maravilloso podcast A Ollada Violeta.
Y ya no sólo es que me emocione cómo Miriam habla de mí, con ese cariño tan natural, y esa dulzura que la caracteriza, sino que comparto espacio con mi querida compañera y hermana de letras Tensi Gesteira (de Lecturafilia) y con Belén Edreira (de la Farmacia Literaria).
Además, tenéis que escuchar el programa completo porque el final es una auténtica delicia de intimismo y valentía.
Muchas gracias por tanta sororidad,

Ya disponible un nuevo capítulo de mi podcast Letraheridas
En el hablo de ‘Los años oscuros’ de Eva Gallud y de ‘Carrusel’ de Berta Dávila