2020, nos curaste la herida.

Tan atípico 2020 ha sido en su inicio como lo será en su conclusión. Para mí, un año de cambios y de fluctuaciones. De aprender a vivir de nuevo y de conocerme como nunca antes me había llegado a conocer. Yo, que me creía poseída por una amargura permanente que nunca me abandonaría, me veo ahora entregada a un optimismo sereno, a las ganas de simplificar la vida y a seguir trabajando en mi fortaleza.

¿Me puedo sentar un momento a hablar?

El año terminó de una manera terrible. Mi abuela falleció después de años enferma, y los últimos meses fueron muy duros. Pasamos la Navidad en el hospital y supe que esas fechas siempre serían diferentes para mí. Pocos días después, sin poder recuperar las energías ni esa sensación de rareza de decir adiós, mi hermana se pasó algunos días hospitalizada después de un susto terrible que, afortunadamente, evolucionó favorablemente. Aún así, no sucedieron los días de manera sencilla.

En tanto, mi madre se apagaba. El corazón con el que había nacido ya no podía más y el pronóstico era fatal. En julio había entrado en la lista de trasplantes cardíacos y seguíamos esperando (lista en la que yo también querría haber entrado, desde luego). No fue hasta el 10.02.2020 a las 16.03h de la tarde cuando me llamó la coordinadora de trasplantes para avisarme de un esperanzador nuevo latido.

A partir de entonces, la vida fue extraña. Todo salió bien, pero la dureza de lo acontecido me pesaba dentro y me sentía tan rota y tan exhausta que creí no superar la vida nunca más. Me había enfermado de soledad y, de no haber sido por las amistades tan cabales y sinceras que coseché, no habría sabido seguir adelante. El 8 de marzo fue el día que salimos a la calle a berrear, día que me despedí de muchas personas y de muchos fantasmas.

Luego nos confinaron en casa. Se pausó la publicación de La herida de la literatura y creí que no podría respirar. Sucedieron semanas oscuras para mí, hundida de la ansiedad en casa, abusando del tratamiento y sin una motivación vital. Creí que todo se terminaba. Lo creí. Pero me gustó nadar contracorriente.

Yoga. Correcciones. Dos novelas cortas. Lectura. Llamadas de horas y horas con mis amigas. Música. Bailar. Soledad. Ella.

Cuando pudimos salir, comenzó para mi un verano en el que tuve que aprender a caminar (no fue la primera vez que tuve que hacerlo, pero esa historia ya ha quedado muy lejana). Era la hora de poner en práctica lo aprendido y la fortaleza en la que me había dorado. Me costó darme cuenta de que yo ya era diferente, de que mi entorno era diferente. Me costó darme cuenta de que ya no quería regresar a los mismos vínculos, a mis pozos de toxicidad. Que quería vencer la ansiedad y, para ello, nada podía ser igual.

Y así, en esta Miriam Beizana renovada y con ganas de sonreír, se publicó La Herida de La Literatura, con mis queridas muchachas de Les Editorial.

Y todo ha cambiado tanto este 2020 que yo nunca más quiero mirar atrás. Que yo quiero ser una mujer diferente y dedicar mi vida a cosas diferentes. Quiero escribir novelas nuevas, quiero aprender a fortalecer mis flaquezas y quiero ser una personas que no sea esclava de su ansiedad.

En el momento de escribir este post, mi nueva novela, la mejor y la más especial, no deja de cosechar alegrías. Estoy en plena Gira Virtual (ya que no puede ser de otro modo) y, aún así, me siento cerca de vosotras.

Y quiero que despidamos el año juntas, por haberme acompañado, por haber estado conmigo en mis silencios y en más lágrimas. Por seguir queriéndome a pesar de los cambios, a pesar de ya no estar tanto y a pesar de todo.

Así, podéis escucharme en la entrevista que me ha hecho Ana de InOut radio hablando sobre mujeres letraheridas, sobre el proceso creativo de La herida de la literatura y sobre todo lo personal que hay detrás de la misma.

Os indico, también, que esta tarde, a partir de las 19h, estaré con mis compañeras de Les Editorial en un evento muy especial:

¿Cómo funciona? Tan sólo necesitáis tener un correo de Gmail y conectaros a partir de las 19h al enlace que se compartirá en las Redes Sociales para entrar en la reunión. El aforo es limitado por orden de llegada. Me encantaría veros por ahí y charlar sobre lo que ha sido el año más extraño e intenso de nuestras vidas.

Os espero allí, letraheridas.

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2019: El año que me encontré a mí misma

«É unha desas veces en que as cousas que se poden complicar complícanse absurdamente e, sen ningún ruído, levan por diante a vida que soñamos»

Le robo esta frase a Berta Dávila (de su novela Carrusel, Galaxia, 2019) para definir mi año completo. Como sabéis, ya es costumbre en esta casa resumir los años llegados a este punto. Casi siempre lo hacía por mí, pero en esta ocasión creo que lo hago más por vosotras. Si miro hacia adentro puedo cometer el error de pensar que no tengo nada bueno que contar de estos doce meses. Y, en realidad, esto no es cierto. 

Quizás haya sido uno de los años más duros de mi vida. Y quizás 2020 también lo vaya a ser porque los problemas, sus dolores, sus raíces y sus enfermedades siguen su curso y no hay manera de cortarlos de raíz. En fin, tengo miedo. Y ese miedo me ha llevado a volcarme a escribir como una posesa, lo que resume un año lleno de literatura, editoriales que me han apoyado, grandes amigas que han estado ahí y, por supuesto, la nueva familia que me he visto obligada a crear.

La soledad me ha permitido encontrarme a mí misma y, dentro de mi dolor y de mi sufrimiento, he encontrado unas perlas de felicidad maravillosas. Citaría aquí vuestros nombres y llenaría páginas y páginas de agradecimientos. Pero me limitaré a daros todo lo bueno de mí a cambio de haber permanecido a mi lado cuando casi no podía ni parpadear.

Pero hablemos de libros.

De las historias que han culminado este año feminista, intimista, lésbico, plagado de sororidad:

De lo más bonito que me ha ocurrido ha sido toparme con las muchachas de Les Editorial gracias al Premio Misteria, en el que se incluye mi relato finalista A Raíña. Viajar a Madrid y conocerlas a ellas y al resto de autoras invitadas será un momento que no olvidaré nunca.

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No me quiero olvidar de que mi relato A Pastoriña también quedó finalista en el concurso Curtas de Animais Fantásticos. Mi primera publicación oficial en gallego que acompañé autopublicando en Lektu mi relato A Soa enfermidade con motivo de las Letras Gallegas.

A soa enfermidade

Como fin de fiesta, tengo que agradecer también a los chicos de Dos Bigotes por invitarme a formar parte de la antología de Nueva Narrativa Queer Asalto a Oz con mi relato Procura Olvidarme

Asalto a Oz

Y, como este año todavía no ha terminado, espero que estéis atentas a esta página web y a mis Redes Sociales porque en breves podré anunciar una nueva publicación para estas Navidades en compañía de mi querida meiga y amiga Maite Mosconi…

Como sabor agridulce, he de decir que cesé mi actividad en A Librería y Café Librería desde el mes de junio y que, desde entonces, leer ha sido una tarea pendiente y dificultosa, salvo maravillosas excepciones.

Aunque he de decir que este tiempo me ha permitido encontrarme y centrarme en escribir, por lo que he sacado adelante un borrador que, si todo sale bien, verá la luz en algún punto de 2020 y otra novela corta que busca un hogar (editoriales, queredme). 

Pero ha habido cosas bonitas: como el Ignotus que hemos ganado con el podcast#CaféLibrería en la Hispacon de Valencia y que me ha permitido volver a encontrarme con mis queridas Carla Plumed, David Pierre, Gemma Martínez… ¡Y además conocer a la famosa Elisa! Y aprovechar para reecontrarme con mi vieja amiga Gemma Jordán, a la que siempre llevo en el corazón.

Ahora la casa que David, Gemma y yo construimos e hicimos crecer con el resto de colaboradoras, se unifica con la web Café de tinta y da paso a un nuevo comienzo en el que les deseo la mejor de las suertes. De vez en cuando, ya sabéis, espero que podáis leerme y escucharme por esos lares.

Y, dicho todo esto, y sin querer despedir aún diciembre, quiero daros las gracias de nuevo por haber permanecido a mí. Por respetar mi espacio y mi silencio y por aceptar esta nueva yo que todavía lucha por saber quién es. De momento, tan sólo soy una escritora que vive con sus dos gatas, que sigue leyendo mujeres en la literatura y que anhela ser leída.

Feliz Año y Felices Letras, mujeres mías.

Photo by Hulki Okan Tabak on Unsplash

Este octubre sin libros

Quiltras de Arelis Uribe y La política sexual en Kate Millet de Silvia López son las únicas lecturas que han conformado mi #LeoAutorasOctubre. En realidad, y siendo honesta con vosotras y conmigo, cuando una amante de la literatura no es capaz de bajar la pila de pendientes y tampoco de rellenar las líneas de las hojas del cuaderno es que algo no va bien.

Voy a rellenar este post, otro más después de varias semanas, con citas de estas dos lecturas (menos de las que me gustaría, pero tan importantes para mí) para rellenar mis propios huecos. Los míos, los que dejo por aquí. Los espacios en blanco. El no saber qué deciros y el no saber qué decirme.

¿Me perdonáis otra vez?

Acerqué mi nariz a su boca y sentí el sabor de su respiración. Tenía el mismo dulzor que a los diez años. Yo tampoco quería, le dije. Tomé su rostro con las dos manos, le sequé las mejillas y le di un beso hondo y pausado. Yo tampoco, repetí, antes de abrazarla y ponerme a llorar.

Arelis Uribe

Es que estoy en otra parte. La parte en la que sólo me estoy dedicando a leer esas dos historias largas que están por venir (pero no sé cuándo, y me da miedo). Me da miedo por mí, porque de repente soy muy cobarde. Porque estoy sola con mi vulnerabilidad. Porque ya noto los huesos de mi espalda, mis rodillas ya se chocan cuando tiemblo. Pretendo ser fuerte, pretendo serlo todo, pero me astillo un poco cada día y la venda se ha roto. Y no conozco a nadie que sepa colocarla en su lugar.  

He aprendido a escribir para curar; pero no para curarme. Melancolía (ya la conoceréis) se ha alejado tanto de mí que no la reconozco. Emilia (ya la conoceréis) soy yo, y me da miedo que la veáis. Ahora creo, pienso, recapacito, que mi vida siempre ha sido este desastre apocalíptico pero que todo estaba disfrazado. 

¿Quién fue la careta? ¿Quién fue el disfraz? ¿Y dónde estoy yo ahora?

¿Por qué no soy capaz de quererme/de gustarme/de ayudarme?

¿Por qué pido gritos de auxilio a cada rato, casi desesperada, casi resignada en mi propio vacío?

¿Cómo lo hago?

Y me pregunto, ¿alguien sabría hacerlo en mi lugar?

Tengo miedo a la vida, miedo al trabajo, miedo a la muerte

Kate Millet

No hay baldosas amarillas. Sólo mentiras. De mentira en mentira. Mentireira. Y ahora temo decepcionaros, temo decepcionarte, temo decepcionarme. Desde que no escribo en A Librería me siento coja, me han arrancado una parte de mí. La realidad es que me gustaría poder, pero no puedo. Me gustaría responder a esos emails en los que se me pide opinión, me gustaría seguir formando parte de toda esta literatura que corre.

Pero no puedo.

No, mujeres mías, este octubre apenas os he leído. Tampoco os he escrito. He estado silenciosa y me duele haber fallado a la causa. Haberme fallado a mí y no haber sido capaz de abrir más que estos dos maravillosos ejemplares que, he de reconocer, me han roto más de lo que me han recompuesto. Me da miedo leer sobre ese dolor, porque se toca con el mío y me desmayo en mi propia incredulidad. 

¿Cómo escribo? ¿Cómo digo? ¿Cómo soy?

No lo sé hacer. No tengo palabras.

La escritora casi no tiene palabras ya.

Mi mamá creía que ese dolor era bueno, decía «si te duele es porque sientes y si sientes es porque estás viva»

Arelis Uribe

Ahora toco la armónica para escapar de no leer. Ahora traduzco mis novelas para escapar de tener que seguir escribiendo algo nuevo. Quizás es que no estoy lista para algo nuevo, quizás sólo aquí dentro estoy bien.

Porque amanece mañana y es otro golpe.

Y cae la noche, y es tan oscura, y no sé qué hacer con ella.

A veces viene alguien, tan siquiera, y trae una lucecita y la deja en la mesita de mi habitación propia. Como si estuviera enferma. Pero yo no estoy enferma, no soy yo la que está enferma. Yo he de levantarme y seguir. He de sonreír, preparar el café, conducir ese coche. Ir a dónde me reclamen.

No puedo parar, el lujo de detener el reloj y los kilómetros pertenece a otras no a mí.

Y duele mucho más que sea una mujer la que te hace daño […]. Las mujeres me han herido mucho más porque las amo mucho más.

Kate Millet

Entonces voy a ese lugar nuevo, intuyéndome valiente, creyéndome algo más que una mujer que no sabe quién es, a la que se la ha olvidado vivir y que tiene la facultad de hacer reír a las demás. No se está mal en esa calle, digo. Pero yo no dejo de sorber la cerveza y huyo todo el tiempo.

Ella me dice algo terrible. Terrible. Y yo noto el peso de las lágrimas de las que ya me creía recuperada.

«Pero estás muy triste, Miriam. Mucho. ¿Por qué?».

Claro. Es que no lo sabe.

Quise acariciarla, pero no supe hacerlo. Fue ella quien me abrazó. Después, me tomó la cara y me advirtió: escribir es peligroso.

Arelis Uribe

Y yo no sé qué decir. No es que no sepa, es que tampoco puedo. Si lo hago sólo podré decirle que tiene razón, y que me siento decepcionada por no haber sabido disimularlo mejor. Por convertirme en una persona triste.

«Pero es que no sé quién soy».

No, no lo digo. Porque me veo en esa ex Testigo de Jehová, en esa persona que apenas sabe dar pasos hacia adelante. A la que le da miedo que la toquen, que se acerquen, se sepan demasiado. Si se acercan, pienso, piensa, lo verán todo, lo verán todo otra vez. Y de ver las heridas, será mucho más sencillo que las abran.

O que las cierren.

Las cierren para siempre.

 

 

Para A.

 

Photo by Nicole Kuhn on Unsplash

Réquiem. [2018]

Me he puesto a releer todas las entradas de este año poco a poco. Para recordarme a mí misma sobre qué podía escribir este post. Algo que fuera más allá de un dolor personal íntimo y un desencanto poderoso. Tengo un sabor agridulce en el alma (¿a caso puede tenerse otro sabor para hablar del fin de algo?).

Tiré con ansias de esta mochila llena de sueños al arrancar este 2018 que se me venía encima y ha superado incluso a las dificultades del año anterior. Son como rocas que van cayendo encima. ¿Los años? ¿La realidad cada vez más apremiante? ¿Que llueve mucho más a menudo? ¿Que la soledad no es un sentimiento fácil de mitigar? No lo sé. Aun con todo lo que he vivido, me siento una poderosa ignorante. Una inexperta.

Recuerdo que empecé enero con muchas ganas de leer y escribir sobre Mujeres en la literatura. En ellas (gracias, gracias, gracias por acompañarme) encontré la mayor parte de mis motivos y encontré esa fe que sentía haber perdido. Pero recuperar la fe no es una tarea fácil. Yo diría que es imposible.

Supongo que me voy a pasar toda la vida intentando encontrarle el sentido a un mundo que no para de renacer.

He vuelto a escribir mucho sobre mí, exponiéndome en cierto modo. Nunca me había pasado, pero por primera vez, desnudarme de esta manera me hizo sentirme vulnerable y sentí miedo. Desde esta perspectiva, me he arrepentido de abrir mi alma de tal manera. Siento que he dejado salir mis debilidades; y hacerlas conocer puede resultar peligroso. Pero ser escritora es esto, ¿cómo puedo negarlo? ¿Acaso no estoy preparada todavía para la valentía que implica todo esto?

Aún así, quise sacar algo de coraje y seguí hablando de mí, de vosotras y de otras mujeres a las que conozco y que no están libres de estigmas. Hablé de cómo pueden influir nuestras mentes y sus dolencias en la forma de entender nuestra literatura.

¿Por qué me está costando tanto rememorar? Antes de traspasar esta palabras a este blog estuve escribiéndolas en mis cuadernos. Últimamente tiemblo al empuñar la pluma. Que alguien me la quite del pecho, por favor. Lo hice con tanto ahínco que mis dedos se mancharon de tinta. Incluso las palmas de mis manos. Las escondía para que nadie las viera, aunque era ridículo. Aunque pudieran ver los rastros de mis letras, jamás adivinarían qué contenían. Mi auténtica verdad aparece velada a los ojos ajenos.

Pero a mí no me dais miedo vosotras. Vosotras me hacéis quereros. Me hacéis quererme. Vosotras, las que sois pocas pero tan grandes. Las que habéis creído y apoyado esta pequeña literatura. Que habéis llenado de sororidad este espacio

A vosotras que os he leído durante todo el año, pero con especial cariño durante el mes de octubre. A vosotras que tuve el gusto de conoceros y abrazaros en el Celsius de este año, mi primera vez y no será la última. Vosotras que me enseñáis el significado del amor real y del que no lo es. Vosotras que me llevasteis a conseguir todo lo que he conseguido este año:

La inauguración de mi canal de Youtube.

La publicación de mi relato El tren en Lektu (finalista del XI Premio de Cuentos de Melilla).

El inicio del precioso podcast Café Librería dónde hablamos de literatura y de autoras.

El ser finalista en el Premio Misteria de Les Editorial

El ser seleccionada para la Antología Actos de Fe de Editorial Cerbero.

 

La publicación mi tercera novela, Inflorescencia. La conclusión de una vida anterior.

 

Y, ¿después?

Después mi habitación propia se queda vacía.

Después, a pesar de todo, mi habitación propia está vacía.

Y esta escritora se siente cada vez más y más transparente.

Porque así me he venido sintiendo. Así me siento. Y no sé durante cuánto tiempo así me sentiré. Los círculos que van creando en el río las piedras que tiro, esas que llevo en mis bolsillos, son todavía pequeños, difusos. Supongo que tienen un mensaje, pero yo no lo sé interpretar. Lo dicho, tenéis que perdonarme. Soy torpe e ignorante todavía. Llevo años tropezándome con mis propias piedras.

Releyendo mis entradas, como os decía, he leído a una mujer cansada. Una mujer rodeada de un aura de soledad muy profunda, que está alrededor pero que nace dentro de sí también. Nace y brota de una eterna fuente que quiero cerrar, pero lo único que puedo hacer es bebérmela día tras día.

También he encontrado ganas de renacer, de florecer, de recuperar la frescura.

Pero, ¿eso cómo se hace? ¿Cómo se deja de ser lo que se es y se es algo nuevo? ¿Algo mejor? ¿Cómo se limpia la negrura de entre los pliegues de los sentimientos?

¿Vosotras sabéis cómo se hace?

No es nada sencillo el camino hacia el autoconocimiento. Nada. Por eso, muchas veces, nos olvidamos de nosotras mismas y de saber quiénes somos. A mí también me ha pasado.

No solo me he sentido transparente para el resto, sino también a mis propios ojos. Mis manos. Mi alma. Mis motivos.

Pensaba que todo estaba bien pero era más sencillo que eso.

Simplemente, me limité a no estar.

Y ahora, tan solo supongo, que tengo que llenarme. Descansar.

Encontrar lo que he perdido. O tirado.

Ahora tengo que recuperar el aliento.

M.B.V

Diciembre, 2018


 

Toca despedirse

¡Menudos meses! Y ya estamos en agosto. Parece increíble, ¿verdad? En un parpadeo le hemos dado un mordisco al 2017 que ya hace semanas que ha dejado atrás su ecuador (y eso que yo no quería que se terminara el 2016 hace nada…). Si echo la mirada atrás siento que todo ha evolucionado mucho que, interiormente, he conseguido hacerle un hueco a mi autoestima y dejar de torturarme (tanto, algo lo sigo haciendo). Además, no he dejado de trabajar ni un solo día. Y eso, en realidad, es maravilloso.

Esta web, este espacio, nuestra casa, ha sido para mí de gran ayuda en muchos aspectos. Me ha permitido acercarme a muchos lectores nuevos y seguir manteniendo vivas Marafariña Todas las horas mueren. Además, he explotado ideas, he jugado con las musas y he permitido que me conocierais mejor. ¿Hacemos un resumen de entradas, os parece?

En enero, por ejemplo, le escribí una carta de despedida a la pequeña Miriam del pasado. Tenía sabor a cambio, no me lo podéis negar y os dejé el primer adelanto de lo que será la secuela de Marafariña. Entrando en febrero, comencé con los Vídeos en Directo (últimamente en stand by por diferentes razones), os hablé del amor y también de mi personaje favorito. En marzo escribía mi primera entrada puramente feminista y, en lo personal, la situación se me ponía complicada. En abril os hablaba de los sueños literarios incluidos en mis novelas, de nuestra querida Ruth y de las críticas negativas y cómo aprender de ellas. En mayo me refería a cómo debe ser el final de una novela, celebramos El día de las letras Gallegas y, de nuevo, volvía a pasarlo francamente mal en el ámbito personal (está siendo un año duro). Junio fue el mes de la Feria del Libro de Madridganaba un Premio Literario con mi relato El tren y me planteaba abandonar la novela. En Julio muchos os animasteis a responder a la pregunta de ¿Por qué la literatura? y nos fuimos de Senderimo a las Fragas del Eume. Y, la semana pasada, me ayudasteis a ser valiente con la entrada más vista hasta la fecha en este blog.

Creo que han sido unos meses tan duros como maravillosos y, sobre todo, me ha hecho muy feliz que esta familia que hemos formado alrededor de la literatura haya crecido día a día. Tanto en Facebook, como en Twitter e Instagram hemos duplicado la interacción y los seguidores. He conocido a personas maravillosas que sé me acompañarán para siempre en este camino. Me he tomado miles de cafés con conversaciones inolvidables. Y, además, he leído más de cincuenta libros que he ido reseñando en A Librería

Y, en medio de todo esto, sigo escribiendo. Sigo escribiendo cada día, aunque duela, aunque cueste, aunque sea difícil.

Por ello, voy a tomarme un descanso, una especie de fin de temporada. La principal razón son que esa novela me llama y exige mucho de mí, también me apetece desconectar y obtener un poco de silencio con mis musas. Por supuesto, seguiré publicando críticas y seguiré estando disponible en todas mis Redes Sociales y vía mail.

Es un hasta luego con sabor feliz, os lo prometo. Además, a la vuelta, pienso comenzar de lleno a contaros cositas, ahora sí por fin, de mi próxima novela.

Os quiero mucho, de verdad. Gracias por ayudarme a seguir escribiendo.