Estoy quejándome yo últimamente de cierta sequía inspirativa. Pero en realidad lo que estoy atravesando es otra etapa más desencanto y cansancio. Creía yo, ilusa de mí, que después de atravesar la crisis pandémica excepcionalmente bien, iba a seguir de este modo.
Tampoco me viene mal, quiero decir, descansar un poco de las letras. Estoy a la espera de la próxima vida de mi novela en gallego y reditando Marafariña. Pero de estas historias os hablaré cuando toque, letraheridas.
Relatos para mantenernos vivas
Los relatos son el deporte diario de cualquier escritora. Cuando una novela se atraganta, o los proyectos literarios a largo plazo se retrasan, escribir historias cortas nos puede ayudar a avivar la chispa. También, es una manera honrada de contactar con editoriales y darnos a conocer. Las que estáis empezando en esto: nunca subestiméis el poder de la narrativa corta.
Por eso estoy feliz de formar parte de la Convocatoria de Ménades Editorial: Relatos nada clásicos. Clásicos nada visibles. Ya hacía tiempo que tenía ganas de poder algo con estas valientes editoras. Unirme a proyectos tan plagados de activismo y feminismo es una de mis absolutas prioridades.

He aportado mi granito de arena con el relato que titula este post: La soledad es fea. Y tú no lo eras, que sin más dilación podéis leer pinchando aquí.
No os voy a contar qué clásico decidí interpretar porque considero que podéis adivinarlo en seguida. Y ahí está la gracia. Y la importancia.
Y necesito vuestro apoyo y ayuda si creéis en mí y valoráis mi trabajo. Los mejores relatos serán publicados en una antología en formato físico que se publicará a finales de este año. Me encantaría que mi relato formara parte de la misma. Así que leedlo y dadle mucho amor. Compartidlo si os ha gustado.
Y, por favor, leed también el resto de compañeras en un proyecto tan bonito.