Hay que dejar que esa pasión aminore, porque te está desgastando y tus personajes te necesitan en plenas facultades mentales.
Abandónala. Rómpela. Déjala sola. No te necesita. Quémala. Cómetela. Devórala. Destrúyela. Lánzala lejos, donde no puedas recuperarla. Ahógala en el mar. No vuelvas a por ella. Huye, corre despavorido de sus garras de tinta. No te tortures más por esa novela, esa maldita novela que te está quitando algo más que el tiempo: te está despojando de la energía, del vitalismo del escritor, de la inspiración, de las ilusiones. Te está quebrando las perspectivas. Tú y yo lo sabemos, que ya no puedes más. Vamos, ya. No te lo pienses. Abandónala.
Yo a veces me preguntó por qué razón seguimos adelante con esta atroz tortura. Si escribís, creo que entenderéis a la perfección a lo que se refiere el primer párrafo. Existe mucha felicidad en el acto creativo: además de diversión está la capacidad de evadirte de la realidad. Pero a mí lo que más me gusta de la literatura es la catarsis. Desde que comencé a escribir, lo hice para arrancar de mi interior todo aquello que me hacía daño, convirtiéndose en la propia cura de mis heridas. Así que cuando escribir es tu particular manera de salir adelante, de llorar en cierto modo, tu mayor pasión se puede convertir en un auténtico desafío.
Supongo que ya sabéis a lo que me estoy refiriendo. Porque es imposible que nuestras letras no lleven algo de nosotros mismos. A veces una historia nace en un momento de nuestras vidas en el que la necesitamos; pero a lo largo de los años nuestras perspectiva cambia. Y digo años porque, por lo general, escribir una novela suele transcurrir en un periodo de tiempo largo. Sí, hablamos de años, de muchos meses, de infinidad de días y horas durante los cuáles esa novela, esa misma en la que estás pensando, nos absorbe cada uno de los pensamientos. Estamos a su merced.
Todos sabemos que no serás capaz de abandonarla para siempre.
En mayor o menos medida, para un escritor el libro en el que trabaja es importante. De la charlas compartidas con diferentes amigos y compañeros de las letras, las conclusiones que fui sacando son similares. La obsesión por querer hacerlo bien, por plasmar lo que tenemos en la mente en el papel, por mantener el respeto hacia el lector y hacia los personajes, el estar a la altura, el soportar nuestros estados anímicos… en fin, ¡Qué os voy a contar!
Y dado que en mi caso personal la novela se encuadra en un mundo realista, dentro de unos sentimientos realistas y conocidos por mí, el agujero entre la ficción y la verdad es hueco. Se produce una unión mágica e insoportable. Una unión que llevo arrastrando desde hace una eternidad. Tengo una extraña impresión de no haber descansado nada en la última década (empecé Marafariña con diecisiete años) y por eso he decidido abandonarla. Y tú, si te sientes así, también deberías hacerlo.
Pero, ¡eh! que no cunda el pánico. Todos sabemos que no serás capaz de abandonarla para siempre.
Aunque esa separación, ese tiempo de libertad, te permitirá respirar y renovarte. Ayudará a mitigar el dolor que te produce volver a ella y, también, que tus sentidos no se emborrachen con la pasión que te hace sentir. Necesita enfriarse. Hay que dejar que esa pasión aminore, porque te está desgastando y tus personajes te necesitan en plenas facultades mentales.
Llevo varios meses sin tocar ese borrador abandonado en el ordenador. E intentando inundarme de energías y de frescura. Poco a poco lo he ido consiguiendo y echaba de menos esta sensación. En parte es gracias a todo el apoyo y entusiasmo que mostráis, día a día, por mi trabajo. En parte es gracias al silencio que he conseguido. Sí, la he abandonado y ha sido una decisión acertada, coherente y egoísta. Pero este abandono voluntario me está permitiendo volver a ella, poco a poco. Si no hubiera sido una huida a tiempo, tal vez no habría podido recuperar las fuerzas.
Por eso, escritor, no temas en abandonarla durante unas semanas. Unos meses. Un año. Créeme que cuando regreses, ella estará ahí, viva y fuerte como el primer día. Y tú la enfrentarás con más fuerza, con más pasión, con más musas.