Yo creo que todas podemos estar de acuerdo en una única cosa: vivir es perder.
Desde que nacemos hasta que llegamos a nuestro fin, vivimos una constante pérdida. Perdemos tiempo, juventud, energías, ganas, alegrías. Perdemos belleza, vamos perdiendo sueños. Perdemos amores, familiares, amigas. Perdemos. Es algo de lo que, en mayor o menos medida, nadie es capaz de huir.
Por suerte, cada vez pesamos menos.
Transcurrimos por esta vida con dolorosa ligereza, de puntillas.
Con el alma más liberada y, al mismo tiempo, más aprisionada por nosotras mismas.
Es un hecho, además, que por ser mujer estás expuesta a perder más. Y, por qué no decirlo, y ya que estamos en el reinvindicativo Mes del Orgullo, particularmente por ser una mujer lesbiana.
Puedo dedicar este párrafo a hablar de todo lo que hay hemos perdido y es irrecuperable. Los años anteriores al 2005 en nuestro país, en los que el matrimonio era imposible. Así, hemos perdido incontables parejas que no han podido ejercer su derecho legítimo a unirse legalmente como el resto de las personas. Y, perdonadme, 2005 es una fecha tardía e insuficiente. ¿Cómo podemos devolverme esas vidas perdidas a las que no las han tenido? No podemos. Ese dolor, ese estigma, ese sufrimiento, siempre formará parte de todas nosotras. Lo sabemos: no podemos permitirnos el lujo de olvidarlas.
Pero no hace falta ir muy lejos. Esta misma semana, la imagen de dos mujeres violentamente golpeadas en Londres sacudía las Redes Sociales, los periódicos y nuestra libertad. La razón: su orientación sexual. A veces, todavía hoy, todavía en nuestro país (o en países muy cercanos) existen mujeres del colectivo que se quitan la vida por no poder soportarlo. O que entierran lo que son por el miedo y por la maldita culpa (la religión, el machismo, los valores…). A día de hoy, mientras lees este post, hay una niña muy cerca de ti sufriendo por esos sentimientos que, tal vez, nadie le quiera ayudar a entender.
Perdemos.
No solo lo perdido (que es, en cierto modo, irrecuperable) si no que seguimos haciéndolo. Y hablo con conocimiento de causa, de lo que a veces prefiero no ver ni sentir, pero está ahí. Aunque todavía tengo la gran suerte de convertirme en una mujer afortunada por el lugar del mundo en el que el sorteo me ha hecho nacer y crecer. No puedo olvidarme de las hermanas que viven en los 169 países donde los derechos de las personas homosexuales no están reconocidos. Y no solo eso, sino que en muchos de ellos es un delito incluso castigado con la pena de muerte.
Eso lo estamos perdiendo hoy en día. Ahora. Ahora mismo. Ahora mientras izamos las banderas de arcoiris. Que no son banderas, que son lágrimas de rencor y dolor. Que intentamos disfrazar con las ansias de reivindicar y de la alegría. Pero estamos rotas. Aunque eso, tal vez, solo nosotras podemos saberlo.
Y yo también he perdido mucho. Creo que por eso tengo ojeras y, a veces, me cuesta respirar. He perdido a casi toda mi familia, he perdido el derecho a ser una más y he perdido el amor de algunas personas a las que quería y, creía, me querían a mí. He perdido una religión que amenazó con destruirme y me he convertido en una expulsada, en una persona a la que le tienen que girar la cara por la calle. Y que, a veces, debo pedir perdón por el daño causado.
Eso lo pierdo. Aunque ya tenga casi veintinueve años, haya resuelto mis conflictos y sea independiente. Y pierdo la libertad de pasear por mi pueblo de siempre (prefiero huir de allí) o de encontrarme con mis amigas de siempre (que muchas no se esfuerzan en entenderlo, que te juzgan, que te preguntan, que te pierden). Y pierdo la libertad de expresar mi vida en pareja en mi lugar de trabajo, con temor a incomodar a alguien (más que de incomodarme a mí).
Pierdo sí.
Y pierdo cuando al escribir me preguntan si soy lesbiana, si escribo para lesbianas, si voy a escribir alguna vez algo que no sea de lesbianas.
Ser de lesbianas.
Perdonarme. Os pido perdón. Os pido perdón por tener que ser yo la que os abra los ojos, aunque os duela, y os tenga que decir que la ignorancia y la falta de afecto os ha corrompido y os hace perder también. Sí. Perdéis. Porque nos estáis perdiendo a nosotras mismas. Nosotras, que tan solo anhelamos amarnos y traeros luz.