Me he puesto a releer todas las entradas de este año poco a poco. Para recordarme a mí misma sobre qué podía escribir este post. Algo que fuera más allá de un dolor personal íntimo y un desencanto poderoso. Tengo un sabor agridulce en el alma (¿a caso puede tenerse otro sabor para hablar del fin de algo?).
Tiré con ansias de esta mochila llena de sueños al arrancar este 2018 que se me venía encima y ha superado incluso a las dificultades del año anterior. Son como rocas que van cayendo encima. ¿Los años? ¿La realidad cada vez más apremiante? ¿Que llueve mucho más a menudo? ¿Que la soledad no es un sentimiento fácil de mitigar? No lo sé. Aun con todo lo que he vivido, me siento una poderosa ignorante. Una inexperta.
Recuerdo que empecé enero con muchas ganas de leer y escribir sobre Mujeres en la literatura. En ellas (gracias, gracias, gracias por acompañarme) encontré la mayor parte de mis motivos y encontré esa fe que sentía haber perdido. Pero recuperar la fe no es una tarea fácil. Yo diría que es imposible.
Supongo que me voy a pasar toda la vida intentando encontrarle el sentido a un mundo que no para de renacer.
He vuelto a escribir mucho sobre mí, exponiéndome en cierto modo. Nunca me había pasado, pero por primera vez, desnudarme de esta manera me hizo sentirme vulnerable y sentí miedo. Desde esta perspectiva, me he arrepentido de abrir mi alma de tal manera. Siento que he dejado salir mis debilidades; y hacerlas conocer puede resultar peligroso. Pero ser escritora es esto, ¿cómo puedo negarlo? ¿Acaso no estoy preparada todavía para la valentía que implica todo esto?
Aún así, quise sacar algo de coraje y seguí hablando de mí, de vosotras y de otras mujeres a las que conozco y que no están libres de estigmas. Hablé de cómo pueden influir nuestras mentes y sus dolencias en la forma de entender nuestra literatura.
¿Por qué me está costando tanto rememorar? Antes de traspasar esta palabras a este blog estuve escribiéndolas en mis cuadernos. Últimamente tiemblo al empuñar la pluma. Que alguien me la quite del pecho, por favor. Lo hice con tanto ahínco que mis dedos se mancharon de tinta. Incluso las palmas de mis manos. Las escondía para que nadie las viera, aunque era ridículo. Aunque pudieran ver los rastros de mis letras, jamás adivinarían qué contenían. Mi auténtica verdad aparece velada a los ojos ajenos.
Pero a mí no me dais miedo vosotras. Vosotras me hacéis quereros. Me hacéis quererme. Vosotras, las que sois pocas pero tan grandes. Las que habéis creído y apoyado esta pequeña literatura. Que habéis llenado de sororidad este espacio.
A vosotras que os he leído durante todo el año, pero con especial cariño durante el mes de octubre. A vosotras que tuve el gusto de conoceros y abrazaros en el Celsius de este año, mi primera vez y no será la última. Vosotras que me enseñáis el significado del amor real y del que no lo es. Vosotras que me llevasteis a conseguir todo lo que he conseguido este año:
La inauguración de mi canal de Youtube.
La publicación de mi relato El tren en Lektu (finalista del XI Premio de Cuentos de Melilla).
El inicio del precioso podcast Café Librería dónde hablamos de literatura y de autoras.
El ser finalista en el Premio Misteria de Les Editorial
El ser seleccionada para la Antología Actos de Fe de Editorial Cerbero.
La publicación mi tercera novela, Inflorescencia. La conclusión de una vida anterior.
Y, ¿después?
Después mi habitación propia se queda vacía.
Después, a pesar de todo, mi habitación propia está vacía.
Y esta escritora se siente cada vez más y más transparente.
Porque así me he venido sintiendo. Así me siento. Y no sé durante cuánto tiempo así me sentiré. Los círculos que van creando en el río las piedras que tiro, esas que llevo en mis bolsillos, son todavía pequeños, difusos. Supongo que tienen un mensaje, pero yo no lo sé interpretar. Lo dicho, tenéis que perdonarme. Soy torpe e ignorante todavía. Llevo años tropezándome con mis propias piedras.
Releyendo mis entradas, como os decía, he leído a una mujer cansada. Una mujer rodeada de un aura de soledad muy profunda, que está alrededor pero que nace dentro de sí también. Nace y brota de una eterna fuente que quiero cerrar, pero lo único que puedo hacer es bebérmela día tras día.
También he encontrado ganas de renacer, de florecer, de recuperar la frescura.
Pero, ¿eso cómo se hace? ¿Cómo se deja de ser lo que se es y se es algo nuevo? ¿Algo mejor? ¿Cómo se limpia la negrura de entre los pliegues de los sentimientos?
¿Vosotras sabéis cómo se hace?
No es nada sencillo el camino hacia el autoconocimiento. Nada. Por eso, muchas veces, nos olvidamos de nosotras mismas y de saber quiénes somos. A mí también me ha pasado.
No solo me he sentido transparente para el resto, sino también a mis propios ojos. Mis manos. Mi alma. Mis motivos.
Pensaba que todo estaba bien pero era más sencillo que eso.
Simplemente, me limité a no estar.
Y ahora, tan solo supongo, que tengo que llenarme. Descansar.
Encontrar lo que he perdido. O tirado.
Ahora tengo que recuperar el aliento.
M.B.V
Diciembre, 2018
Desconecta el tiempo que necesites, amiga. ¡Hay que recargar las pilas para el nuevo año!
Muchas gracias, Fer!
El título de esta entrada no me gusta,suena a tristeza antes de empezar a leerlo.Miriam no puedes terminar el año con esa nube de tristeza encima de tu cabeza.Profesionalmente creo que este año has conseguido muy buenas cosas y lo digo con conocimiento de causa porque lo que has publicado lo he leído.Si te soy sincera(no tengo motivos para lo contrario)me confundes.Me cuesta cuadrar lo que escribes aquí con lo que escucho cuando por elemplo participas en el podcast de Café Librería.Por un lado te encuentro como si soportaras todos los problemas del mundo en tus hombros y por el otro una persona alegre y bromista que le gusta hablar(muy rápido por cierto)y gastar bromas.Supongo que las dos te definen y que la «intensidad»,como la fuerza,te acompaña.Creo,mejor dicho,sé que eres una persona fuerte porque lo has demostrado,que no estás sola,ni profesional ni personalmente.¿Vulnerable,transparente?eso no es malo.Ahora viene días de fiesta,de descanso y de familia así que a reponer fuerzas y sobre todo a recuperar ese aliento que crees perdido.Un abrazo y que pasas unas felices fiestas.
Elisa, gracias por tomarte las molestias de escribir un comentario tan honesto y tan bonito.
No quería preocupar a nadie con este post, tampoco quería confundirte. Lo siento.
Sí, me gusta ser una persona alegre y feliz. Me ha costado muchos años llegar a tener esa ambición, y ahí la arrastro. La contengo y la siento. Pero hay circunstancias a mi alrededor (y ciertos fantasmas dentro de mí) que me agotan y me siento mal. Además, siento un miedo irracional y traumático a la soledad, a veces la bola es tan grande que me aplasta.
Pero no tienes de que preocuparte. Solo es un pequeño respiro, una pausa. Pensar para escribir mejor. A mi me gusta estar aquí, viva, con vosotras. Y aquí seguiré.
Un abrazo muy fuerte.
Ay no te preocupes por mi.Lo que me pasó es que al leerlo me dió rabia que con lo poco que te pueda conocer pases por momentos de agobio y de comeduras de cabeza.No dejes que nada,no siquiera una bola ,te apalste.Toma todo el respiro que quieras,tú marcas tus pautas.Un abrazo y perdona si me he pasado de sinceridad.Un abrazo Miriam.
Mi querida Miriam:
Que decirte o más bien por donde empezar… La literatura y tú sois una y todo lo que tú eres, tus sentimientos, tus anhelos, tus desvelos… Todo se plasma en tus letras.
¿Que has desnudado tu alma al mundo? Es inevitable dejar salir todo lo que una lleva dentro a través de las letras, sobre todo, si se escribe algo tan intenso y tan vivo como escribes tú.
He leído entre líneas, entre tus líneas y para nada veo a una Miriam vulnerable, frágil o miedosa. Todo lo contrario. Hay una Miriam fuerte, segura de quién es y de los sueños que quiere alcanzar. Hay una Miriam que lucha día a día por seguir adelante con sus letras, que lucha por que su voz se oiga con fuerza. La Miriam de antaño ha crecido y ha madurado siendo la persona que es hoy en día a la cual admirar y «quitarse el sombrero» por todos los grandes pasos que ha ido dando día a día, mes a mes, año tras año.
Es evidente que todo ese trabajo, ese esfuerzo ha dejado tras de sí un cansancio propio pero nadie ha dicho que no te merezcas descansar, respirar hondo, coger aires nuevos. Por lo tanto, haz lo que te pida el alma y el corazón, escribe lo que te pida el alma y el corazón, vive como te dicten tus emociones y sentimientos y, sobre todo, sé egoísta y piensa en ti y en lo que necesitas.
En serio, sé egoísta y piensa en lo que realmente deseas hacer, sin miedos, sin agobios…
Un abrazo grande amiga.
Todo lo que te tengo que decir intento decírtelo a menudo, pero a veces, como en esta ocasión, me dejas sin palabras Ana, por tu abrumador cariño.
Gracias por estar ahi siempre, por soportarme y por entenderme
Cada vez me interesa más es vulnerabilidad que dices sentir. ¡Sigue así!
Es un placer leerte.
Alberto Mrteh (El zoco del escriba)