Y tal vez justo por eso Penélope es uno de mis personajes favoritos: porque, en realidad, nunca he llegado a tenerla.
Al etiquetar mi primera novela, Marafariña, como una obra de ficción autobiográfica en más de una ocasión me habéis preguntado a quién corresponde cada uno de los personajes que la conforman. Los más interesados, por supuesto, mis allegados y amigos que se han buscado con afán entre sus páginas. Pero, os diré, nada es tan sencillo. Y mucho menos la literatura.
A lo largo de diversas entradas en este espacio me gustaría acercaros un poco más las razones y motivos que han movido a cada uno de mis personajes, mis hijos, trocitos de mi alma. Que han sido (y son) mi más absoluto y cálido refugio.
Y hoy quiero hablaros de Penélope.
Penélope es una de mis creaciones más auténticas y entrañables. Es la tía de Olga, sobre la que recaerá el peso de cuidar de su sobrina y su cuñado una vez que Estefanía fallece tras una larga enfermedad. Sobra decir que se trata de una mujer fuerte, altruista, sufridora, empática y que derrocha amor. No existe el egoísmo en su personalidad, vive y se desvive por el bienestar de su familia. Y sí, puedo decir que Penélope es un personaje real.
—¿Y tú cuándo te irás de vuelta a Barcelona?
Lanzó la pregunta sin pensar, sin darse cuenta de que estaba exponiéndose a su tía, exponiéndole su miedo y desazón al pensar en qué harían ella y su padre solos en aquel lugar. Penélope los mantenía unidos y equilibrados, cuidaba de ambos como si fueran dos niños pequeños que necesitaran constante atención.
—Le juré a Estefanía que no os dejaría solos. Y pienso cumplirlo. Ahora velar por tu bienestar y por el de tu padre es mi prioridad. Quiero que estéis bien y pienso quedarme todo el tiempo necesario. No te preocupes por eso.
Ella es alguien a quien quiero con todo mi corazón, pues representa la figura de algo de lo que carezco en mi propia vida. El pilar, el clavo al que aferrarse. La tía, la hermana de una madre que te quiere, que te cuida sin medida. Que lo haría todo, todo y más por ti. Esa que te otorga la más absoluta y tibia certeza de que nunca jamás estarás sola, nunca jamás ocurrirá algo tan devastador como para apartarla de tu lado.
Como he dicho, yo sí que tengo a una Penélope. O la tenía. Porque me entristece enormemente que ella ya no esté, que se haya ido, que haya abandonado eso que teníamos, que nos unía. Sentir que ya no le importa nada y que ha querido cegarse a una realidad que nos es inexcusable.
El proceso creativo de la tía de Olga fue sencillo, porque está plagado de anhelos e inquietudes. Y tal vez justo por eso Penélope es uno de mis personajes favoritos: porque, en realidad, nunca he llegado a tenerla.
Me encantó Penélope, aunque a veces me quedaba pensando: Penélope, por favor, haz algo con tu vida que se está desmoronando mientras intentas reconstruir la de otros.
Pero sabía que aunque se lo gritase al Kindle no me iba a escuchar. Y si lo hiciese no me haría caso, pues estaba bien claro que era una mujer sacrificada y sobre todo fuerte.
Un personaje maravilloso.
Gracias Lulu.
Penélope, en ocasiones, se comporta como una mártir infalible. Pero no lo es 🙂
Un abrazo, querida.