—¿Tú escribes porque sí o porque no?
—La verdad, no me lo había planteado.
—¿Pero eres escritor o tienes escritura?
La cita pertenece a mi última lectura, La mujer loca de Juan José Millás. No siempre es sencillo encontrar un libro justo para lo que lo necesitas. Muchas veces los que leemos o escribimos somos tan torpes que sin una novela bajo el brazo no somos capaces de seguir.
Para mí esta mujer loca ha sido como una especie de antídoto agudo con efectos secundarios. Como otras muchas obras que existen, Millás ahonda en la gramática, en la lengua, en el trauma de ser escritor y en la mentira de querer serlo. Cuando me topo con historias así respiro tranquila. Para mí la literatura significa tanto, significa todo, que el poder encontrar referencias de otras almas que la viven como yo (o incluso más) me hacen creer que esta obsesión no es del todo perjudicial.
Hace tiempo, cuando asistí a cierta terapia, se me subrayó una faceta de mi carácter que, si bien no puede llamarse patología, se sufre como tal. Hipersensibilidad. No fue ninguna sorpresa, desde niña fui demasiado aprensiva y me pasaba los días sumida en una explosión de emociones constante. Recuerdo como siempre terminaba llorando en clase de música cuando la profesora encendía el radiocasete y era víctima de las risas de mis compañeros. La profesora se acercaba a mí y me preguntaba por qué lloraba. Y yo contestaba que lloraba porque lo sentía muy adentro.
Y lo sentía. Pero es curioso que esa sensibilidad tan humana solo se acentuaba con la música. Ni siquiera el cine o los libros lograban hacerme llorar de esa forma. Tal vez, por esa razón, comencé a refugiarme en ellos tan pronto y me obsesioné de esa manera. Y es que en sus personajes encontraba la manera de entenderme, de quererme y de saber que lo que yo sentía a veces era normal, que no era una niña loca.
Volviendo al tema de la hipersensibilidad. Aunque no se considere una enfermedad psicológica, como he dicho, yo quería encontrar la manera de mitigarla. Sentir tan fuerte las relaciones humanas, el amor, la amistad, los problemas en el trabajo me suponía un desgaste de energía brutal. Mi terapeuta me dijo: Pero tú escribes. Desgasta esa sensibilidad para escribir y conviértela en acero para la vida.
La profesora se acercaba a mí y me preguntaba por qué lloraba. Y yo contestaba que lloraba porque lo sentía muy adentro.
¡Hola, monosa! Millás siempre saca en sus historias lo más humano de nosotros, lo más feo y bonito, vaya… Es por eso que es uno de mis favoritos junto con Murakami. Me recuerda el libro de La mujer loca a otro libro que tiene titulado: Dos mujeres en Praga, donde también cuestiona el trabajo del escritor. Y en cierta manera, todos estamos un tanto locos, de hecho, yo creo que la locura es una cierta forma de cordura también 🙂
¡Un besazo, guapa, y a sudar sensibilidad por todos los poros!
¡Gracias por pasarte una vez más, querida mía! Me anoto «Dos mujeres en Praga» porque seguro que lo disfruto muchísimo. Un beso fuerte.
Me apunto para leer a Millás.
Un abrazo.
Gracias por pasarte, Ismael. Un abrazo.
Enhorabuena por tu hipersensibilidad; me parece algo maravilloso para ser escritor. Se que tu lo pasas peor que los demás porque sientes las cosas «más adentro» que el resto, pero creo que así empatizaremos más contigo. No trates tu hipersensibilidad como una patología. Patológica es la gente que tiene la sensibilidad de una piedra.
Estoy deseando leer Marafariña, sobre todo después de leer las críticas en amazon y verte defendiendo tu libro a capa y espada (soy una cotilla jajaja).
Estás en mi lista del 2017 😉
¡Eres tan encantadora que me considero una afortunada de haberte conocido en estos mundos de las Redes Sociales! Muchísimas gracias, Lulu. Por todo, siempre.
Leyéndote está claro que la sensibilidad forma parte de tu esencia. Disfruta de esa manera de sentir, atesórala, vuélcala en tus letras para compartir su peso y su grandeza.
Por supuesto que ser una persona altamente sensible no es una patología. Aunque siempre es interesante contar con herramientas y filtros para poder canalizarlo, disfrutarlo y no vivir esa intensidad innata como una maldición. Creo que tú has encontrado caminos fascinantes para gestionar esa sensibilidad, y te felicito por ello!
¡Muchísimas gracias, Esther! Siempre me encantan los comentarios que me dejas en este Blog, me parecen tan sabios y tan sinceros… ¡Un abrazo muy fuerte!